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Espías

A todos nos parece perfecto que espíen a los demás que podrían amenazar nuestra seguridad, a todos nos indigna que nos espíen a nosotros.

¿Soy yo la única sorprendida de que en estos momentos haya en marcha dos comisiones de investigación en el Congreso, las dos impuestas por partidos, bien separatistas, bien de extrema izquierda, como condición para investir presidente a Pedro Sánchez, con objetivos netamente contradictorios? Una de esas comisiones pretende investigar si el CNI sabía "algo" de las intenciones de los autores de la matanza de agosto del 17 en las Ramblas, y no procedió a evitarlo ni a avisar. La otra apunta a lo que se ha dado en llamar la "Operación Cataluña".

No es fácil el oficio de espía ni tiene siempre cobertura legal. Los que hayan visto la película "La infiltrada" -magnífica y esclarecedora…- recordarán la advertencia que recibe la jovencísima agente de policía que se va a introducir en el corazón del comando Donosti de ETA. Su jefe le aclara que la diferencia entre un agente infiltrado y encubierto es que el primero no sigue órdenes ni tiene el aval de ningún juez que ande tras la pista de ningún delito concreto. Es decir, que infiltrarse es ir por libre, transitando una especie de preventiva zona gris, como esa moderna medicina que no espera que las enfermedades se manifiesten para curarlas, sino que trata de evitar su misma aparición.

Los servicios secretos que funcionan han funcionado siempre así, para bien y para mal. En Estados Unidos por ejemplo es legendaria la rivalidad entre el FBI, cuya prioridad es hacer cumplir la ley, y la CIA, que tiende a saltársela porque otra manera casi no

hay de hacer su trabajo. Que le pregunten al Mossad israelí. Unos le reprochan su exceso de celo, otros su defecto. ¿Cómo no vieron venir el 7 de Octubre?

A los servicios secretos no se les suele juzgar por los muchos desastres que evitan, sino por los pocos, pero tremendos, que se les escapan. A lo mejor las Torres Gemelas seguirían en su sitio y no habría habido 11-S si el FBI hubiese avisado a la CIA de que había operativos de Al Qaida en suelo americano y tomando clases de aviación encima. El mismísimo asesinato de Kennedy quién sabe si se hubiera podido evitar de conocer el FBI las raras andanzas de un raro exmarine con fuertes vínculos con la URSS y con las mafias cubanas de Miami llamado Lee Harvey Oswald.

A todos nos parece perfecto que espíen a los demás que podrían amenazar nuestra seguridad, a todos nos indigna que nos espíen a nosotros. Que pasa más a menudo de lo que nos creemos. Sin ir más lejos, todas las autoridades políticas con escolta policial deberían ser conscientes de que sus escoltas informan diaria y minuciosamente a sus superiores de los movimientos de sus escoltados. A dónde van, a quién ven, etc. Por cierto, tanto en Cataluña como en Euskadi, la mayoría de los escoltas los proveen las policías autonómicas. Significativo es el dato de que algunos destacados políticos vascos, en los años de plomo de ETA, declinaron eso y prefirieron llevar escolta de la Policía Nacional, o no llevarla. Ahí lo dejo.

Un servicio secreto o de información no es una policía judicial. Es una máquina de recabar datos. Yo estoy segura de que en mi condición de periodista he estado bajo observación, quién sabe si bajo escucha, alguna vez. Evidentemente si eso se hace no por imperativos sensatos de seguridad sino por agenda partidista o sectaria, como método para sacar "mierda" de un adversario político, es un acto no sólo ilegal sino profundamente inmoral. Y casi tan viejo como el oficio más viejo del mundo, por cierto. Ya en tiempos de Carrero Blanco, sus servicios secretos ponían más empeño en vigilar a los "suyos" que a los mismísimos enemigos del régimen. ¿No hay mal que por bien no venga?

Pero, a juzgar por lo visto, escuchado y leído recientemente, la incoherencia y hasta mala fe sobre estos asuntos están muy extendidas. ¿No es raro acusar a las "cloacas del Estado" (sic) a la vez de querer enterarse de todo y no enterarse de nada? Si el CNI es sospechoso de no haber visto venir los efectos de la radicalización de jóvenes acólitos del imán de Ripoll, ¿nos estamos quejando entonces de que no se infiltrara más eficazmente en la comunidad musulmana catalana? Si la policía española investiga a dirigentes independentistas que no ocultaban ni ocultan su intención de enfrentarse a las leyes vigentes en toda España (Cataluña incluida), recurriendo a la violencia de ser menester (Tsunami Democràtic), y quién dice eso, dice poner la oreja a exnovias despechadas de políticos corruptos, o de sus hijos, ¿se está pasando de la raya o haciendo su trabajo?

Supongo que no todos pensamos igual sobre estas cosas. A mí por ejemplo no me parece mal que agentes de la policía se infiltren en esos pomposos movimientos "propalestinos" que de pacifistas y pacíficos tienen lo que yo de astronauta, que boicotean virulentamente y a veces violentamente nuestras relaciones con el Estado de Israel y que hacen suyo el lema "del río al mar", expresión palmaria de un fascismo no menos inquietante por ser o parecer de izquierdas. Habrá a quien sí, que le parezca mal. Pero incluso a esos, ¿sólo les preocupa cuando la infiltración, el espionaje o lo que sea se hace gobernando la derecha? Porque oigan, los mismos que se pusieron las botas, o eso creen, con la comparecencia de Mariano Rajoy y Jorge Fernández Díaz en la comisión que investiga la "Operación Cataluña", guardan un respetuoso silencio ante la noticia pues eso, de la infiltración de una agente de policía en los movimientos propalestinos catalanes y proindependentistas radicales durante los últimos dos años. ¿Quién ha estado gobernando estos últimos dos años? ¿Se busca la verdad o se busca otra cosa? ¿No hay mal que por bien no venga?

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