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Esos 7.291 y decenas de miles más son de Sánchez

El coronavirus pasó de ser un catarro sin importancia a un apocalipsis culpa de Ayuso en 12 horas. Lameculos entonces, sinvergüenzas siempre.

El coronavirus pasó de ser un catarro sin importancia a un apocalipsis culpa de Ayuso en 12 horas. Lameculos entonces, sinvergüenzas siempre.
Pedro Sánchez. | EFE

Todavía había cadáveres flotando en el barro que anegaba las calles de Paiporta cuando el PSOE y sus socios se apresuraron a votar en el Congreso el nuevo Consejo de RTVE. No había una urgencia real en esa votación más allá del ansia de convertir la tele pública en el principal altavoz del aparato de agitación y propaganda del régimen.

El jueves por la noche la 2 de TVE emitió un libelo de sangre camuflado de documental con el título de 7.291, que son los ancianos que supuestamente murieron en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia. La cifra es falsa, claro. En realidad, el porcentaje de fallecidos en las residencias madrileñas fue inferior al de otras comunidades autónomas, y protocolos de triaje existieron en todas partes, pero desde el mismísimo inicio de la pandemia la artillería gubernamental se ha dirigido contra el gobierno madrileño como forma de esquivar la rendición de cuentas del PSOE en su atroz, calamitosa y nauseabunda gestión del virus chino.

Lo cierto es que esos ficticios 7.291 fallecidos, y decenas de miles más, son responsabilidad directa de Pedro Sánchez. Italia estaba ya en estado de emergencia con regiones enteras cerradas mientras Fernando Simón afirmaba que el virus estaba contenido y todo iba bien en la calle de la piruleta del país de la gominola; simultáneamente el Ministerio de Sanidad sostenía que si de casualidad habías regresado a casa en uno de los más de cincuenta vuelos diarios entre España y el Norte de Italia, donde los muertos se contaban por centenares, podías hacer vida normal y quedar con tus abuelos y toserles en la cara, que el hercúleo torso de Su Pedridad actuaría como escudo frente al malvado virus del fascismo. No se dio ninguna alerta hasta el día 9 de marzo por la mañana, porque el día 8 por la tarde tenían que salir a las calles Begoña, presunta corrupta, e Irene, musa de violadores, a dar saltitos mongólicos mientras proclamaban consignas para lobotomizadas. Y todo tenía que esperar hasta que acabara la manifestación gubernamental, aunque el precio fueran decenas de miles de vidas. Sólo tras los actos de propaganda podían empezar a tomarse medidas contra la epidemia. Pero ya era tarde.

En 48 horas se montó el relato. 36 horas después de las masivas manifestaciones a las que el gobierno llamó a participar porque "nos va la vida en ello", Sánchez empezó a hablar de "emergencia" para referirse al virus, después de semanas restándole importancia. Simultáneamente al cambio de opinión gubernamental, el Pravda lanzó el primer libelo contra la Comunidad de Madrid, acerca de la debilidad de la sanidad madrileña por unos recortes que sólo existían en la imaginación del autor. Era una sarta de patrañas tan obvia que hasta los verificadores se vieron obligados a regañadientes a desmentir la noticia. Por supuesto, y pese a su falsedad, o probablemente debido a ella, el bulo fue amplísimamente compartido por todos los embusteros de estricta obediencia gubernamental, también llamados periodistas. Durante los siguientes meses el sanchismo procedió a aventar toneladas de mierda contra el ventilador para culpar a la Comunidad de Madrid y a los madrileños de la catástrofe provocada por la inoperancia e incompetencia de Salvador Illa y Pedro Sánchez, los dos izquierdistas que más españoles han matado desde Santiago Carrillo. Sánchez incluso se atrevió a decretar un estado de alarma bilioso contra Madrid basándose en unos datos manipulados y en el inexistente informe de un comité de expertos que, como intuíamos entonces y supimos después, consistía en el testículo derecho de Pedro Sánchez conversando con su testículo izquierdo.

El panfleto audiovisual contra el gobierno de Madrid no tiene en realidad efectos en el voto; tampoco es la intención. El objetivo del bulo es doble: primero galvanizar el odio enfermizo contra la derecha de los votantes socialistas más rabiosamente fanatizados, los que en cinco años no han sido capaces de exigir una sola responsabilidad al gobierno que mandó al matadero a miles de personas con su nefasta gestión, los mismos que defienden la corrupción del gobierno y el escarnio a los jueces en los casos de Bego Fundraiser, el Batutas, el Fiscal General y Koldo/PSOE. Es la misma recua de lunáticos, en suma, que se compró camisetas con la jeta bovina de Fernando Simón mientras ululaban histéricos desde su balcón a quien osara bajarse la mascarilla. Por otra parte el PSOE quiere normalizar el uso de la televisión pagada por los españoles como arma contra la oposición. Que sea lo más normal del mundo gastarse el dinero de los ciudadanos en insultar a la mitad del país. El presentador de la trola sobre Madrid era Xabier Fortes, el mismo individuo que en marzo de 2020 dijo en un pregón que el Coronavirus era como una gripe. El círculo siempre se cierra. Los que acusaban de alarmismo el 8 de marzo explotaban "contra los negacionistas" el día 9, al ritmo de la comunicación del poder. El coronavirus pasó de ser un catarro sin importancia a un apocalipsis culpa de Ayuso en 12 horas. Lameculos entonces, chupamiembros ahora, sinvergüenzas siempre.

Lo sorprendente es que el PP no haya aprendido la lección en estos años. Pablo Iglesias expresó claramente el objetivo de la izquierda, antes de su reconversión en empresario de la restauración y altavoz putinista. "Ustedes nunca volverán a gobernar". El objetivo siempre ha sido ese: perpetuar el sanchismo en el poder a cualquier coste, democracia incluida. Por eso no tiene sentido que el PP mantenga relación con un partido dedicado 24/7 al socavamiento sistemático del estado de derecho y la conversión de España en un cortijo para los señoritos de Ferraz. ¿Qué pinta Feijóo en Moncloa normalizando que Sánchez reciba con cordialidad a la representante de los asesinos de Miguel Ángel Blanco mientras excluye al tercer partido del país?

Han pasado siete años desde que el hombre que escondió urnas detrás de una mampara para dar un pucherazo llegara al gobierno con votos etarras y golpistas. Después de amnistiar a los segundos y blanquear a los primeros, después de los ataques contra todos los jueces que fiscalizan la corrupción gubernamental, después de la conversión del Tribunal Constitucional en un lugar tan prostituido que Ábalos le podría haber conseguido un trabajo en una empresa del Ministerio de transportes, el PP sigue actuando como si este PSOE fuera un partido normal. Cuesta ya pensar en ingenuidad y no en complicidad.

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