
Cuando los bolcheviques tomaron el poder en el país más pobre y atrasado de Europa, la Rusia feudal de los Romanov, su objetivo era quemar etapas a toda prisa para alcanzar la propiedad colectiva de los medios de producción. Pero casi lo primero que hicieron, sin embargo, fue poner en marcha la NEP, que no fue otra cosa que volver a implantar el capitalismo y, en consecuencia, la propiedad privada de los medios de producción, de forma muy acusada en el campo. Los grandes revolucionarios, como Lenin, siempre son grandes pragmáticos. Y Trump, que a su modo también es un revolucionario, igualmente se verá obligado, y bien pronto, a transigir con eso que un comunista de los de antes llamaría "las condiciones objetivas".
Desmantelar medio siglo de globalización no sé yo si va a resultar posible algún día, pero desde luego no será un objetivo viable a corto plazo. Ninguna gran multinacional yankee se va a marchar de Asia para producir más caro en Estados Unidos, salvo cuando perciban sus directivos que no les resta ninguna otra alternativa. Cerrar factorías gigantes para volver a abrirlas a miles de kilómetros constituye un proceso muy complejo y costosísimo. Muy costoso. Nike no va a dejar ahora Vietnam por altos que sean los aranceles. Antes esperarán, como mínimo, cuatro años, hasta que se marche Trump. Y como Nike, el resto.
Trump, que es un animal, pero un animal pragmático, lo sabe. De ahí que, a corto plazo, su particular NEP vaya a consistir en meterle presión a Jerome Powell para que baje ya los tipos de interés. Y es ahí donde le van a estar esperando los chinos. Ocurre que el Banco de China lleva una semana vendiendo toneladas de bonos del Tesoro de Estados Unidos que guardaba en su caja fuerte. ¿Por qué? Muy simple: trata de forzar así al hombre naranja para que tenga que subir el tipo de interés de sus nuevas emisiones de deuda. De forma discreta y silenciosa, a su estilo, le están poniendo una bomba de relojería a Trump justo bajo sus pies.
