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Simplemente: el burro

Animal tan útil como injustificadamente despreciado. Muy representado en la iconografía cristiana de la Semana Santa.

Animal tan útil como injustificadamente despreciado. Muy representado en la iconografía cristiana de la Semana Santa.
Bendición de los ramos y las palmas y procesión de la borriquilla en Logroño. | EFE

La celebración cristiana del Domingo de Ramos suele asociarse con la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un asno. En Andalucía, la Procesión de la borriquita suele dar paso a las celebraciones procesionales de la Semana Santa.

Es buen momento para rendir homenaje a una de las especies animales cuya domesticación, a lo largo de la Historia, ha proporcionado al hombre mayor utilidad y excelente rendimiento.

Desde el punto de vista zoológico, el burro, asno, jumento o pollino, que estos son sus nombres populares, pertenece a la familia de los équidos, que comprende animales herbívoros; estos han optado por caminar sobre un solo dedo, el central, que protegen con una gran pezuña llamada casco.

Los ungulados con esta característica de caminar sobre un dedo, en lugar de hacerlo sobre dos como la mayoría de las familias del grupo, se incluyen en el orden perisodáctilos; sus parientes, los ungulados de pezuña hendida que caminan sobre los dedos segundo y cuarto, forman el orden artiodáctilos.

Por terminar el repaso a la clasificación zoológica digamos que los perisodáctilos cuentan con tres familias: équidos, rinoceróntidos y tapíridos, y ya tendremos situado en la escala animal al incomparable borrico.

Antes que el caballo

La domesticación del burro tuvo lugar antes que la del caballo, ya que los ancestros de los burros actuales, las razas de Nubia y Somalia fueron incorporadas a las funciones de tracción y acarreo hace más de seis mil quinientos años.

Los burros actuales domesticados proceden de la especie Equus africanus, y conserva de su ancestro el nombre científico, Equus africanus, aunque con la adición asinus. en recuerdo de la primitiva denominación que se adjudicó al animal tras convertirlo en doméstico.

A pesar de sus similitudes con el caballo, el burro supera a éste en bastantes particularidades biológicas, como su resistencia al hambre, a la sed y al esfuerzo. No en vano las especies salvajes ancestrales proceden de tierras de condiciones ecológicas de extrema dureza.

Ningún perisodáctilo ha conseguido la condición digestiva de los rumiantes; su estómago no presenta divisiones y su intestino es muy largo pero menos propenso a los cólicos, frecuentes y a menudo mortales en el caballo.

Los burros pueden emitir rebuznos de gran sonoridad, audibles a grandes distancias; esta cualidad deriva de su condición solitaria, no gregaria como la del caballo, lo que hace necesaria la comunicación con sus semejantes en la lejanía. El instinto de conservación, muy desarrollado en la especie, hace al jumento escandaloso cuando detecta un peligro, conducta que se ha empleado a veces por los ganaderos para advertir a bovinos y ovinos domésticos de la proximidad de predadores como los lobos.

Pese a la extraordinaria hoja de servicios del burro, los humanos no hemos sido justos al evaluar su utilidad. Tampoco hemos sabido interpretar correctamente su inventario de comportamiento.

De manera general e histórica, el hombre ha adjudicado a este animal condiciones como la tozudez y la cortedad de inteligencia en oposición a la nobleza de su primo el caballo. Nada más lejos de la realidad.

Realmente nuestra falta de comprensión sobre las verdaderas cualidades del burro constituye un buen ejemplo de lo que se ha llamado antropocentrismo, una visión falsamente científica de la conducta animal, basada en adjudicar a los seres no humanos la interpretación de nuestras propias cualidades, lo que conduce a errores que suelen resultar muy peligrosos para la fauna: el lobo malo, el corderito bueno, y un largo etcétera de interpretaciones erróneas.

No hace falta llegar al mundo Disney para encontrar el falso concepto de los animales humanizados que nos ha llevado en la actualidad al movimiento del animalismo que sataniza a los predadores, llama a los gallos "violadores de gallinas" o asesinos a los cazadores y los toreros; desde la remota antigüedad muchos animales han sido víctimas del antropocentrismo, recordemos aquello de las "alimañas" que condujo al borde de la extinción a buena parte de las especies depredadoras de la fauna ibérica.

En la cultura

La casuística literaria y poética en torno al burro es inagotable; en el terreno de la fábula, desde Esopo a Iriarte es empleado como ejemplo de torpe ingenuidad que le hace proclive al abuso o la burla; Shakespeare lo convierte en violinista en El sueño de una noche de verano; Orwell en infeliz abusado por el cerdo Napoleón en Rebelión en la granja.

Especial sensibilidad muestra Cervantes, es decir, Sancho, cuando llama a su burro "mi Rucio" en referencia a su pelo rojizo y al cariño que le profesa. Juan Ramón nos hace enternecer, casi hasta humedecernos los ojos cuando escribe la historia de Platero, un burrito, o burranco, como dicen en Andalucía y Extremadura, tan suave y delicado que parece de algodón y carente de huesos.

No continuamos en este terreno, apasionante, pero que nos apartaría de la referencia zoológica de nuestro animal protagonista. Añadiremos que, si útil ha resultado su especie para la nuestra, no hablemos de su cruzamiento con el caballo, el mulo –burro y yegua– o el burdégano –caballo y burra–, híbrido que une el tamaño y la potencia caballar con muchas de las condiciones de resistencia y sobriedad asnal.

Un curioso ejemplo: el burro no se asusta fácilmente de las llamas, el caballo sí se espanta, pero el mulo hereda del burro su capacidad de ser empleado en la lucha contra los incendios, urbanos o forestales, dígase en beneficio de la hoja de servicios del segundo.

En definitiva, en la actualidad el burro sigue siendo necesario para el transporte y la carga en circunstancias relacionadas con la pobreza y la miseria; su entrañable presencia en la iconografía cristiana de la Semana Santa hace especialmente oportuna esta columna de agradecimiento a su especie.

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