
Jesús Navarro es un periodista malagueño de TVE que desconoce que el correlato femenino del sustantivo "caballero" es "dama". Lo demostró este Jueves Santo, en el programa especial de La 1, conducido por Silvia Intxaurrondo –premiada por el PSOE de Madrid por su "periodismo independiente", ya saben–, sobre el traslado y entronización del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, o sea, el Cristo de Mena, en Málaga. El tertuliano se refería al "toque de oración por los caídos, por todos los militares que han muerto, especialmente, por los caballeros y caballeras legionarios y legionarias". Y quedóse tan pichi, ea.
Murió Vargas Llosa e, ipso facto, ruló por las redes un vídeo en el que el Nobel opinaba sobre el "lenguaje igualitario". Aportaba una clave rabiosamente evidente que, cuando es invocada, hace que los ingenieros sociales oficiales, los verdugos profesionales de la palabra, reaccionen como la niña de El exorcista ante el agua bendita: la naturalidad. "Desnaturalizar el lenguaje", apuntaba el autor de La ciudad y los perros, "porque se considera que el lenguaje es machista es una estupidez que de ninguna manera yo voy a aprobar". Nihil obstat.
Recurro a un clásico elemental: en español tenemos una cosica llamada "masculino genérico" o "masculino inclusivo" para, según la RAE, "hacer referencia a individuos de uno u otro sexo"; lo demás es farfolla. Una farfolla pija, progre e insulsa que políticos y periodistas llevan evangelizando durante décadas y que no cala en el grueso de la población, que lo encuentra ridículo y digno de pitorreo. Este acónito, a Dios gracias, no germina. Recordemos aquella brillante parodia que el gran José Mota hizo del socialista Antonio Hernando: "Bienvenidos y bienvenidas, todos y todas, (…) militantes y militantas, votantes y votantas, porque lo importante o importanta es que dejemos constancia y constancio…", etcétera. Decía Vargas que "desnaturalizar el lenguaje es peligroso"; en España, no pasa del chiste. Al menos, por ahora.
Ojo cuidao: el correlato de "caballero" es "dama", pero el femenino de "caballero", si se rebusca en la especificidad, tiene trampa. Respondiendo a una consulta por la red social X –"¿Cuál es el femenino de 'caballero' como miembro de una orden de caballería?"–, la cuenta de la RAE explicaba: "Dado que 'caballero' tiene 'caballera' como femenino en otros usos, se puede emplear 'caballera' también aquí. Hay ejemplos clásicos: 'Si caballera me armase…' (Góngora)". Ahora bien, en el Diccionario sólo figura la abreviatura "m." (masculino) debido a que el uso de "caballera" no es común ni está generalizado entre los hablantes, "requisito para que una forma se registre en el diccionario". Por otro lado, el colega Navarro debiera saber que, al margen de la chorrada femilingüistoide, existe el concepto de dama legionaria. Al menos, desde noviembre de 1993, cuando, según el legionario de Honor Javier Chellarám, se incorporó al Cuarto Tercio la cabo María Begoña García, especialista en Armamento y encuadrada en la Sección de Mantenimiento de la Compañía de Servicios de la X Bandera "Millán Astray".
En fin, celebremos por Semana Santa la derrota salvaje del lenguaje inclusivo. Lástima, eso sí, que la sandez que motivó este artículo haya sido sufragada por los contribuyentes.
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