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Nadie es perfecto

La ley trans es un disparate, pero, de acuerdo con los criterios del docto tribunal en relación al género, es perfectamente conforme con nuestra Carta Magna

La ley trans es un disparate, pero, de acuerdo con los criterios del docto tribunal en relación al género, es perfectamente conforme con nuestra Carta Magna
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez junto al Presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. | Europa Press

El Tribunal Constitucional ha tenido que posponer el debate sobre la sentencia de la ley trans por el enfrentamiento entre los magistrados progresistas. La disputa evidencia las contradicciones que asolan a la izquierda a consecuencia de las muchas tonterías que hacen. Dos feministas del tribunal se niegan a respaldar una ley que permite a los hombres beneficiarse de las políticas en favor de las mujeres mediante el mero trámite de declararse tales ante el encargado del Registro Civil. Entienden las letradas, abducidas por siglos de patriarcado, que el sexo (o el género, si se quiere) no es algo que se elija o por lo que se opte, sino una cosa con lo que se nace. Para disfrutar de la condición de mujer, dicen por tanto las muy reaccionarias, hay que haber nacido mujer.

Sin embargo, olvidan las magistradas que, a pesar de que es precisamente lo que han venido haciendo, no están allí para defender sus ideas, sino para determinar conforme a sus conocimientos jurídicos si una determinada ley es o no conforme con la Constitución. El único artículo que distingue a los españoles por su sexo, además del 14, que no permite discriminaciones basadas en el mismo y que es constantemente violado por el legislador progresista, es aquél que otorga al hombre y a la mujer el derecho a contraer matrimonio el uno con el otro. Y ese precepto no ha sido obstáculo para reconocer que aquél pueda celebrarse entre personas del mismo sexo. De forma que tampoco puede serlo para que un hombre sea tratado a todos los efectos como mujer, si es que así lo desea.

La ley trans es un disparate, pero, de acuerdo con los criterios del docto tribunal en relación al género, es perfectamente conforme con nuestra Carta Magna. De forma que no sé qué problema le ven las feministas que no tenga origen en su ideología.

Tal vez, lo verdaderamente progresista sería prescindir del sexo como elemento identificativo de las personas, como ocurre con la raza, el color de los ojos, la altura o el peso. Nada de eso consta en el Registro Civil. ¿Por qué ha de figurar el sexo? Una solución así tiene múltiples ventajas. Los izquierdistas ya no tendrían que hablar en sus discursos de los ciudadanos y las ciudadanas, de todos y todas porque todos seríamos personas y nada más. No habría más progenitor que la persona que hubiera engendrado al bebé, lo que de paso ayudaría a destruir a la familia, objetivo secular de la izquierda. El inconveniente es que ya no podría haber leyes discriminatorias a favor de las mujeres porque la categoría habría dejado de existir legalmente. Evidentemente, no es eso lo que quieren.

Deberían por tanto las dos feministas reaccionarias del Tribunal Constitucional dejarse de pamplinas y avalar finalmente la dichosa ley trans. Encima, eso permitiría al presidente Sánchez pasar a la historia del mejor modo posible, como la primera mujer presidenta del Gobierno. Y le bastaría para conseguirlo una mera declaración ante el Registro Civil. No habría presidente anterior o posterior que le hiciera sombra y su nombre se recordaría durante muchos siglos venideros. En su lápida pondrían: "Aquí yace Petra Sánchez, primera mujer presidenta del Gobierno de España". Luego, entre comillas, añadiría la leyenda: "Nadie es perfecto". O mejor, en latín, como si el finado fuera un papa: "Nullus est perfectus". Y para los no cinéfilos, habría que añadir algo así como "Jack Lemmon dixit." De este modo, seguro que nadie le disputa a Sánchez un puesto en la historia, que es lo que a él le priva.

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