No podemos acostumbrarnos a la crueldad y la estupidez de Sánchez
Hay que despertar. La fruta podrida de la corrupción no caerá por su propio peso. La putrefacción, con Pumpido de guardés, se ha extendido a todo el árbol.
Aunque el marido de Begoña, hermano de David, compinche de Ábalos e incansable piloto dominicano de los Falcon de Air Europa ha perpetrado muchos, muchísimos discursos malos, malvados, torpes y ridículos a lo largo de su carrera política, ninguno comparable al zurriburri de la última sesión en las Cortes. Allí nos endilgó una olla podrida en que sobrenadaban trozos informes de la más diversa procedencia, desde el aumento del gasto en defensa, al apagón eléctrico, olvidando la falta de presupuestos, pero no el diario atropello a los jueces del ministro de Justicia, Félix Bolaños que se ha convertido en el Manolo el del bombo (q.e.p.d.) de este Pedro el Cruel.
La crueldad del discurso de Sánchez
Porque hace falta ser profundamente cruel, desvergonzado y siniestro para llamar "cínico" al recuerdo de las cinco víctimas mortales del apagón para oponerle el número de muertos víctimas, dijo, "del cambio climático", que cifró en ocho mil. Pudo decir ochenta mil u ochocientas mil, porque, de cualquier forma, es falso. Ni hay cambio climático que pueda cambiar el hombre, ni muere nadie por esa entelequia progre a la que debemos, entre otros desastres, el apagón mayor de toda nuestra historia y la de Europa. Se muere, accidentalmente, por accidentes de tráfico, erupciones volcánicas, el Covid 19 o a manos de asesinos que el Gobierno deja campar a sus anchas. Nadie muere por la hipotética, no segura, subida de un grado el fin de siglo. Los cinco citados por la oposición sí lo fueron por el apagón, pero Pedro el Cruel estaba muy ocupado felicitándose a sí mismo cuando, una y otra vez, la sociedad española arregla por su cuenta los desastres que el Gobierno de inútiles que preside, por estupidez ecologista, incompetencia intelectual o desprecio de la capacidad técnica en favor de la sabiduría de carné sociata.
Este último es el caso de Beatriz Corredor, a la que sólo por amistad personal y fidelidad de partido instaló en la presidencia de Red Eléctrica Española, y el de su superiora directa, Aagessen, la ministra de Transición Energética y Contra el Reto Demográfico, o sea, un capricho ideológico y un brindis al sol, pupila de Teresa Ribera, la letal Greta Zombi de Sánchez, que a los 237 muertos de la Dana en Valencia debe añadir los del apagón. En esos cargos, como en toda la política de energía en los siete años de Sánchez, el Gobierno ha actuado movido exclusivamente por el sectarismo de la Agenda 2030, a espaldas de los intereses de la población, provocando un estropicio de tal calibre que tardaremos mucho, cuando caiga Sánchez, en remediarlo para el futuro. La ruina presente ya no hay quien la remedie.
Una oposición correcta, pero a la venezolana: ineficaz frente a la tiranía
No abundaré en los disparates conceptuales, las contradicciones grotescas y la media hora que dedicó el Déspota a atacar lo que llamó los "ultrarricos" y el "lobby de las nucleares", cuando el único lobby que en materia de energía viene actuando desde que está en el Gobierno es el de los suyos, encabezados por él mismo, hasta el punto de que las nucleares se han visto obligadas a convertirse en renovables ante la salvaje persecución fiscal de que han sido y son objeto, para que asumieran la propiedad y la gestión de unas energías que se parecen poco a las suyas de origen. Y lo han hecho, para encontrarse con que, pese a haber obedecido a Sánchez, éste las llama de todo, desde corruptoras de la Oposición, que se vende barata, hasta multimillonarios egoístas, que no obedecen al interés general.
Esta es una cuestión clave en la que, tal vez por pudor intelectual, no ha insistido demasiado la oposición. Todo lo que hicieron las empresas el día del apagón fue por orden de la Red Eléctrica Española, como marca la ley. Y los ultrarricos de las nucleares son también los de las renovables, con la diferencia de otros operadores privados: los sanchamantecas, agraciados con las adjudicaciones de molinos y las placas solares, lejos de cualquier tipo de capacidad técnica o tecnológica en el sector, pero cerquísima del poder político. Tanto y tan descaradamente se han identificado con ellos Sánchez y su banda que cualquier día puede aparecer, tras los samperes y sumelzos, el inevitable Koldo y media docena de sobrinas de Ábalos. Es un saqueo en toda regla en el que el sectarismo sirve al clientelismo. Y, como sabemos por los casos de las mascarillas, las carreteras, Delcy Rodríguez o Air Europa, y ha acreditado Aldama, nada en el entorno de Sánchez actúa de forma independiente, todos los negocios están conectados con todos los ministerios, amén de burdeles, camellos y despachos de lavado de dinero.
Buenos discursos de Feijóo y Abascal, sin eco
A diferencia de otros momentos y otros asuntos, esta vez Feijóo y Abascal estuvieron bien, a ratos muy bien, y se centraron en atacar a Sánchez, que es lo que deberían hacer siempre, más que en lanzar pullas desde Vox al PP, mezclándolo con Soros desde el púlpito de Trump y Putin, y de ignorar el PP a Vox, como si el silencio fuera un modo limpio y eficaz de competir por un espacio electoral común, por mucho que desde Bambú se empeñen en presentarlos como espacios antagónicos e irreconciliables.
Hacía tiempo que no se veía a Abascal tan avasallador contra Sánchez, y, como estamos ya contra la pared del golpismo pumpidesco y monclovita, su vuelta se agradeció y creo que él saldría contento. Lo que me preocupa es que un día tenga una explosión de tórax. Por chulería o por problemas económicos, la chaqueta cada vez le queda más pequeña, y cuando se la abrocha para presumir de competencia pectoral, amenaza con reventar. O le compran chaquetas nuevas con un par de tallas más o aprende a disparar los botones que le sobran a la nariz de Marichusma, ah, qué gran espectáculo.
Sin embargo, al día siguiente nadie hablaba de la oposición y sus discursos. Me recordó la oposición venezolana, la admirable de María Corina, cuya autoridad moral nadie discute, pero de la que se espera muy poco resultado. Injusto, sin duda, porque topan con el muro de la dictadura, reforzado por los zetapés y la aristocracia de los sanchamantecas, pero cruelmente cierto.
Es un movimiento quizás poco visible, pero comprobable en la hemeroteca. Seguramente es el día en que se han publicado las críticas más duras contra Pedro el Cruel, pero ningún medio apeló a Bertrand de Duguesclin, al que, en plena lucha del rey y su hermano, aspirante al trono de Castilla, y con el Cruel a punto de apuñalar al hermano, le sujetó la mano, le dio la vuelta y, al ver que caía muerto, dijo: "Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor". Y como los medios suelen adelantar la política de los partidos de oposición, empecé a temer que nos estemos acostumbrando a la malvada estupidez de Sánchez, sin que medios de comunicación y políticos enemigos del Cruel se vean en el mismo barco y dispuestos a coordinar su actuación, como en tantas ocasiones, años atrás, ante los atropellos de González y Zapatero.
El peligro del desistimiento moral
La razón es que Sánchez está tan fuera de cualquier parámetro moral que no se ve forma de quitárnoslo de encima salvo por la acción judicial. El déspota se burla del Parlamento y aunque quede fatal, nos convence de que el Parlamento es irrelevante. A diario conspira con los golpistas catalanes, cuyo jefe técnico es Illa, ignorando la igualdad de los españoles ante la ley, y empezamos a ver mal, pero normal, la discriminación, siempre a su favor. Y cuando manda al CNI a las oficinas de las empresas energéticas a buscar "algo, lo que sea" contra su proceder en el apagón, apenas lo cuenta un par de medios, porque todos sabemos ya que es capaz de eso y de mucho más. Y el encono cada vez mayor contra el Monstruo, apodo de Napoleón, gira en el vacío, sin compañía y apoyo institucionales que aseguren su eficacia.
La manifestación de este sábado, si fuera el comienzo de una serie continua de movilizaciones en la calle, sería una buena noticia, porque demostraría que los partidos se han dado cuenta del fatalismo que, sobre la fuerza de Sánchez crece en la opinión pública y que deteriora las expectativas tanto del PP como de Vox. No en las encuestas, pero sí en la calle que tenían en su mano hace un año y han perdido. La única posibilidad de sobrevivir del sanchismo es convencer a los ciudadanos de que las instituciones no sirven para nada. Y en ese caso, los partidos políticos, incluido Vox, que los días pares juega a antisistema, tampoco. Hay que despertar. La fruta podrida de la corrupción no caerá por su propio peso. La putrefacción, con Pumpido de guardés, se ha extendido a todo el árbol. No podemos acostumbrarnos a la indignación. Hay que movilizarse para que la política vuelva a la acción.
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