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El discurso más terrible de Licurgo

Sánchez no es Nerón, sino Licurgo. Un Licurgo colapsado que, para conservar el poder, se victimiza sin pudor y busca chivos expiatorios.

Sánchez no es Nerón, sino Licurgo. Un Licurgo colapsado que, para conservar el poder, se victimiza sin pudor y busca chivos expiatorios.
Pedro Sánchez comparece ante el Pleno del Congreso para informar del plan de defensa y del apagón masivo del 28 de abril. | EFE

Sobran los rodeos: Sánchez ha pronunciado un discurso terrible. Su qué ha sido nebuloso, sectario e inflamable; su cómo, vasto, constrictor y castrista. El presidente del Gobierno no es Nerón, sino Licurgo. Un Licurgo colapsado que, para conservar el poder, transita del logos al mito, se victimiza sin pudor, busca desesperadamente culpables y chivos expiatorios, y que idiotiza a sus fervorosos fieles, que los tiene a espuertas, con estupefacientes televisivos berlusconianos. El cientificismo es su religión; la derecha, la ultraderecha y los "ultrarricos", sus pharmakoi –"remedios": en la Grecia arcaica, tal y como explicaba Escohotado, "personas sacrificadas con ocasión de alguna plaga u otra calamidad, a fin de que absorbiesen ese mal como una esponja absorbe los restos de una mesa"–; Lydia Lozano y Samantha Hudson, sus prohibitivos bufones de la corte para la plebe. La realidad es una quimera y sus vasallos, que no son cuatro mataos, insisto, engullen y trafican con su soma convencidos y felices.

Se sabe que, al menos, cinco personas murieron por el gran apagón del pasado lunes: tres miembros de una familia en Orense, intoxicados por la mala combustión de un generador; una mujer a la que se le apagó su respirador en Alcira (Valencia), y una madrileña que perdió la vida por un incendio ocasionado por una vela. En lugar de, como hiciera con el preso etarra Igor González Sola, lamentar "profundamente" estos decesos, el jefe del Ejecutivo, volcado en el ataque, ha dicho en el hemiciclo: "Qué gran acto de cinismo es lamentar las cinco vidas que tristemente se perdieron por el apagón e ignorar las más de 8.000 que se pierden cada año en España como consecuencia del cambio climático"; al poco, advertía: "No vamos a desviarnos ni un solo milímetro de la hoja planificada". Estas palabras no las pronuncia un demente, sino un líder –y Sánchez lidera indiscutiblemente en su cuadrilla– totalitario. Sánchez no sólo quiere votantes: quiere fanáticos. No ha sido un idiota quien ha celebrado que "todos los semáforos y radares se apagaron de golpe y aún así hubo un 24% menos de siniestros que el lunes de la semana anterior" y que "el número de delitos reportados en los primeros tres días de la semana pasada fue un 50% inferior al de la semana anterior", sino un narciso egócrata respaldado por su guardia pretoriana mediática y por un porrón de feligreses serviles.

El presidente del Gobierno compareció este miércoles en el Congreso para, presuntamente, dar explicaciones sobre el apagón e informar sobre el incremento de gasto en Defensa hasta alcanzar el 2% del PIB. Al primer tema le dedicó 55 minutos; al segundo, 36. Durante su sesión oral de estrangulamiento ofidio, describió el blackout como si se tratara de una comedia bucólica –"Los españoles y las españolas sacaron lo mejor de sí mismos durante las horas de corte de suministro"–, contó que la investigación va para largo, aseveró que "el futuro energético de España o es verde o no será", cargó contra las nucleares y contra la "derecha" y la "ultraderecha" por actuar "como si no existiera" la "emergencia climática", juró que no dedicarán a Defensa "un euro de gasto social o de política medioambiental" y, ay, demostró que no domina los ordinales en español, incurriendo en un "onceavo" equívoco y titubeando ante un duodécimo que no le venía a la cabeza y que se convirtió en un "el… ehmm…, número doce". Angelico. Angelico caído, quiere decirse.

Alberto Núñez Feijóo arrancó tirando de ironía evidente: "Enhorabuena por el gran apagón. Oyéndole, estarán deseando los españoles que se repita". El líder de la oposición, como hiciera justo después el de Vox, Santiago Abascal, lamentó que "cinco españoles fallecieron por los efectos colaterales del gran apagón" y censuró que, "mientras toda Europa refuerza su defensa, en España no sabemos si podemos sufrir otro apagón mañana. El kit de supervivencia que necesitan los españoles incluye radio a pilas". El presidente del PP, crecido, dijo que "el único español que recibió con alivio el gran apagón fue su hermano" y exigió una "investigación internacional independiente y confiable, a fondo y con consecuencias" que, "evidentemente, no la podrá liderar el investigado: su Gobierno", y las dimisiones de Sara Aagesen y de Beatriz Corredor. "Quien niega la evidencia científica", continuó, "es quien diseña planes energéticos que acaban en apagones". Armengol no le dio un solo segundo extra porque, según la delegada del PSOE en la presidencia del Congreso, "lo hemos acordado en la junta de portavoces".

Por su parte, Abascal le dijo a "Pedro Chávez" que "debería comparecer para presentar su dimisión porque han muerto cinco españoles". El presidente de Vox atribuyó el relato arcádico del apagón "para que nos vayamos acostumbrando a la restricción de libertades" y lo clavó cuando denunció que a Sánchez sólo le queda jugar la carta del miedo porque "sabe que ya nadie le respeta y sólo aspira a que le temamos". Después, la sumanda Verónica Martínez Barrero esputó una perorata antisemita; Rufián culpó del apagón a "la avaricia de un oligopolio eléctrico salvaje"; la puigdemontonera Nogueras no aportó nada y la valida del Ana Rosa de Canal Red, Ione Belarra, se dio el gusto de llamar "cobarde" a Sánchez. Escribió la filósofa francesa Anne Dufourmantelle que, "frente a lo ineluctable, aún queda el chiste". Desconozco si nos movemos en el terreno de lo ineluctable, pero hoy no estaba la cosa para gracietas.

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