
Sabíamos que Sánchez tiene muchas aficiones, como ponerle ojitos al espejo, bailar salsa sin música, mentir al viento, coleccionar cadáveres políticos, odiar a Ayuso, fantasear con ser un líder mundial, viajar en Falcon… Esto último creímos que era afición de nuevo rico y que, al verse con un avión privado, decidió utilizarlo hasta para ir al cuarto de baño. Pero, no. Aunque Sánchez no es rico de familia, desde que dio el braguetazo con la pasmada hija de don Sabiniano, se acostumbró a los lujos que la vida regala a los pudientes y no sería justo tacharlo de "nuevo rico". Su afición a viajar en Falcon, el nombre de un ave rapaz en inglés, le viene pues por sus estudios de ornitología, tanto o más profundos que los de Economía. Los inició cuando era uno de los boys de Pepiño Blanco, ave de vuelo gallináceo al que enseguida identificó como un buen pájaro. Y con el que todavía tiene una estrecha relación, ya que el sujeto se dedica a procurar favores del Gobierno a terceros, una manera de ser más pájaro que nunca.
Cuando Sánchez quiso llamar tonta a su mujer, pudo recurrir a algún apelativo cariñoso, como el de boba, mamacallos o tarda. Incluso, sin salirse del mundo animal, pudo calificarla de pollina. Pero eligió el término de "pichona", ni siquiera el de "pava", que, con ser ave, carece de la capacidad de volar. Y francamente no se le puede a uno ocurrir mote más tierno, mucho más si se añade un "mía": "¿Es que quieres ser catedrática, pichona mía? Pues lo serás, que para eso soy quien manda". De modo que no puede tal calificativo tenerse por insulto y ya quisieran muchas otras ser tratadas con tanta consideración por el presidente del Gobierno.
Que se lo digan si no a la ministra de Defensa, a la que ha llamado "pájara" de acuerdo con sus estudios de ornitología. Es verdad que tampoco en este caso la interfecta se ha tenido por insultada y le ha dado la risa floja cuando se lo han contado. Al fin y al cabo, otra cosa habría sido si le hubiera añadido "de cuenta", pero como no lo ha hecho, no puede considerarse ofendida. Además, qué va a ser una ministra de Sánchez si no es una pájara. Yolanda Díaz es un tucán, María Jesús Montero, una urraca, y los ministros, tres cuartos de lo mismo: Albares es un pelícano y Bolaños, un cigüeño despeinado. Así, puede uno identificar hasta 22 especies. Con Robles, Sánchez ha preferido recurrir al genérico "pájara", en vez de concretar el tipo. Ya tendrá ocasión de hacerlo.
Finalmente, el argumento definitivo en favor de la ausencia de malicia en los apelativos ornitológicos del presidente está el hecho inequívoco de que, cuando quiere insultar, lo hace sin recurrir a esa ciencia y llama a sus barones petardos, impresentables, hipócritas… Y a los del otro partido, los tilda de torpes y estultos. Por lo tanto, cuando quiere ultrajar, no le pone alas al ultrajado. Esto demuestra que, en los casos en que sí lo hace, como los de pichona y pájara, éstos son fruto de su afabilidad y no de su aspereza. Así estaba de contenta Margarita, a la que en consecuencia no le molestará que de aquí en adelante le llamemos "la pájara", con el mismo cariño que el que le profesa el presidente. O, si lo prefiere, como lo haría él: "pájara mía".