
De la maestría de Verstappen al infortunio de Alonso
Cuando a un tiburón se le da un poco de ventaja, lo único que puede pasar es que te coma. Y esto es lo que le ha pasado hoy en Ímola a los McLaren con Verstappen.
En un circuito rápido, estrecho y que se cobra caro los errores, Max Verstappen sabía que si lograba ganarle la posición a Piastri en las primeras curvas ya no podrían con él, salvo desgracia. La salida del vigente campeón ha sido de libro, para verla una y otra vez sin cansarse. Un por fuera antológico que Verstappen, adornado después con un ritmo inalcanzable y un equipo que ha estado a la altura del campeón, le han permitido firmar la segunda victoria de la temporada y la cuarta consecutiva en el circuito de Ímola. Sólo Verstappen es capaz, a día de hoy, de manejar un coche como el Red Bull, inquieto, a veces impredecible y no demasiado rápido. A la maestría le acompañó la buena suerte, porque el primer coche virtual de seguridad coincidió con la parada del neerlandés y le permitió ampliar la distancia con los coches de color papaya.
Detrás de él, una carrera a la desesperada de los McLaren por alcanzarle. Había ritmo, lo demostraba Norris con el adelantamiento a pilotos y los sectores en color verde y morado, que enseguida le colocaron segundo, pero el equipo falló con Piastri al pararle muy pronto y obligar al australiano a remontar. Esta vez, el todavía líder del Mundial sólo pudo ser tercero y tendrá que esperar a Mónaco para devolvérsela a su compañero. Ojo con McLaren, que pueden perder un Mundial por entretenerse en asuntos domésticos y no saber liderar una temporada que lleva su nombre.
Los coches virtuales de seguridad repartieron suerte y no todos recogieron la misma. Fue el caso de los españoles, pero sobre todo fue el caso de Fernando Alonso, que pese a que tenían coche y ritmo para haber terminado en el sexto o séptimo lugar, su decisión de quedarse en pista durante el virtual de Antonelli, sacrificó el final de carrera y con ello los puntos.
La undécima posición del piloto asturiano ha tenido un sabor amargo, y más aún tras escuchar por la radio al bicampeón lamentándose de ser el piloto con peor mala suerte de la parrilla. Y pese a todo, la carrera de Aston Martin ha sido positiva porque no ha sido por incapacidad sino por infortunio. Las mejoras, tuteladas o no por el mago Adrian Newey, parecen haber funcionado y haber dado algo de aliento al coche verde.
La gestión del muro premió a Hamilton, que salvó los muebles en casa con una cuarta posición y no tanto a Charles Leclerc, que pese a todo cogió algunos puntos al ser sexto por delante de un George Russel que salía desde la segunda línea y por delante también de Carlos Sainz, que fue octavo.
El madrileño ha visto de nuevo cómo su compañero de equipo, Alex Albon, ha conseguido más puntos que él tras cruzar quinto en Ímola. Y es que las paradas, los coches de seguridad no hacen justicia con la carrera del de Williams que tuvo que parar una segunda vez a cambiar los neumáticos dejándole fuera de un top-5 que parecía suyo.
Hay Mundial y hay lucha, y eso siempre es bueno. Esperemos que las calles del Principado sean más amables con los nuestros y nos den alguna alegría. Un gran premio, el de Mónaco, que puede hacer que McLaren enseñe las costuras y que Red Bull, sobre todo Max Verstappen, demuestren que son un serio adversario al Mundial a pesar de no contar con el mejor coche.