
El nuevo personaje que ha emergido de las profundidades del partido de Sánchez es un reflejo de los personajes de la superficie del partido de Sánchez. La apodada la fontanera por los medios, pese al repudio del gremio de la fontanería - cosas del Watergate que ya no tienen arreglo - es tan enemiga de la verdad como los pijos del partido que no la conocen. Y esto, más que en las grandes cosas, se ve en las pequeñas. Convocó una rueda de prensa para dar explicaciones después de pedir la baja en la sede del partido en Ferraz, la que dijo no visitaba nunca, salvo el día que allí le hicieron unas fotos. Pero llegó el momento, retransmitido en directo, y ni dio rueda de prensa ni explicaciones. No hay tal cuando no se permiten preguntas. Posó durante quince o veinte minutos en silencio, saboreando la burla que iba a hacer a los expectantes y al fin leyó un folio en el que sobresalieron los términos "posibilidades en nuestro ordenamiento", indicio de la aportación al escarnio de los servicios jurídicos del PSOE.
Tenemos muy gastados los espejos de aquel callejón del Gato que Valle-Inclán inmortalizó en Luces de Bohemia y el esperpento es la nueva normalidad, como dijo esperpénticamente el Gobierno cuando la pandemia. Pero hay que evitarlos y decir que nada de lo que leyó Díez delante de las cámaras es verdadero, salvo quizás lo de que su baja en el partido será temporal. Naturalmente, un personaje así tiene que estar dentro. Aun no siendo nada verdadero o por eso mismo, se hubiera difundido tal cual, como se difunde cualquier cosa, porque los espejos cóncavos lo absorben todo. Lo sorben sin parar.
Si no llega a aparecer Aldama para preguntarle por qué quería verle bajo tierra cuando no le conoce de nada, pregunta retórica, Torrente Díez hubiera cumplido su función banal en este entremés autorizado para entretenimiento y evasión del público. Pero con el imputado en liza, empujado con violencia por uno de los compinches de Díez, pasamos en un clic de lo banal a lo real: la trifulca entre los lacayos en falsa baja temporal y los despedidos del servicio con deshonor y vilipendio. Y hay que decir que al lado de los caraduras en ejercicio, Aldama casi parecía un caballero.
No se puede perder de vista lo esencial, que son los trabajos sucios de los caraduras de baja estofa para tumbar y desacreditar las investigaciones judiciales que afectan al presidente y al principal partido del Gobierno. Quieren emborronar las huellas y extender la mancha, mezclan los hidrocarburos con la "policía patriótica" y abonan las supercherías podemitas de las cloacas policiales contra los progresistas y el lawfare. Nada de esto lo diseñan unos aficionados. Cosa distinta es quiénes lo ejecutan, pero no sólo porque con esos bueyes hay que arar. Es que son los bueyes convenientes.
Los caraduras que se mueven en los terrenos del hampa tienen que ser arrabaleros para que, si los pillan, los pijos que ponen la cara en las altas esferas, puedan decir muy solemnes, como horrorizados, que nada tienen que ver con la chusma. Pero son inseparables. No funcionan los pijos sin la chusma y no funciona la chusma sin los pijos. Esa simbiosis es la que ahora tienen que hacer increíble. Dejaron que Torrente Leire despachara su risible mercancía ella sola, frente a los ojos vacíos de las cámaras, para que nadie en su sano juicio pueda creer que hay conexión entre los vulgares caraduras de abajo y los estirados caretos de arriba. Cuando son uña y carne.

