
Se puede convocar una manifestación con el lema que se quiera y con los fines políticos que se deseen y que quepan dentro de las reglas constitucionales de juego, pero el convocante debe ser consecuente con las decenas de miles de personas que acuden a respaldar el llamamiento. Lo que no puede ser, y además es imposible, porque el viento de la Historia va a reventar a tanto tibio, es proclamar dicha disyuntiva y quedar luego como La Chata de Cái, sinónimo caletero de Cagancho.
El pasado domingo, 8 de junio, fecha para la historia de España que podríamos haber recordado de un modo sublime, quedó descompuesto. En Madrid, Morante de la Puebla convertía mansos en bravos metamorfoseándolos a pases lentos. A hombros sigue yendo sobre el respetable de España. En París, Carlitos Alcaraz hizo bueno aquello de que un español nunca se rinde remontando lo imposible. Nadal pervive. Se esperaba que, en la Plaza de España, Feijoo blandiera la bandera constitucional y anunciara un gesto histórico que desembocara en la salvación de las esperanzas nacionales.
Una de las cosas que no hizo fue explicar con detalle qué es una democracia y por qué tal modo de gobernarse es incompatible con un poder al margen de las leyes, que eso es la mafia. Cuenta Mario Puzo en los escritos sobre sus "familias", que pueden extorsionar a los ricos, y si es necesario, a los pobres, aliándose con los poderosos para preservar algo más importante que el dinero, el orden, su orden, las órdenes.
Cuando se propone a los ciudadanos que decidan entre democracia o mafia se les está invitando a impedir la generalización de prácticas que aniquilan la democracia, con todos los matices que se quiera, que se pretendió en la Transición. Lo que no se puede hacer es que el jodío lunes todo siguiera igual que el sábado. Es acongojante y sume a los ilusionados en la desilusión del esto no tiene remedio.
A ver, una mafia es algo muy serio porque es el imperio de la fuerza, del poder, de la violencia y de una minoría sobre el derecho y la ley que los ciudadanos se dan. Y es algo muy trágico porque implica una estructura jerárquica dirigida por un Puto Amo, que por las artes que sean, habitualmente malas, impone sus códigos de lealtad y silencio de modo que la traición sea imposible y la Autoridad legítima no sirva para nada.
Naturalmente, de tales polvos procede el fango de un conjunto de actividades criminales como por ejemplo, falsear documentos propios u oficiales, falsificar las elecciones, utilizar cualesquier medios, legales e ilegales, para que el dinero público fluya a los bolsillos de la organización y sus gerifaltes, filtrar documentos secretos para hundir a los adversarios, organizar cloacas para reventar a todo el que se oponga, mentir a todas horas y sobre todo, desde una pandemia al destino de unas maletas mafiosas o aliviar el trato a terroristas porque conviene a los capos.
Para que una mafia triunfe definitivamente, además del miedo a las represalias, del terror a la venganza, del pavor al destino de la familias y al horror a las consecuencias de todo tipo que conlleva una denuncia, sus miembros deben poder influir en las instituciones, ocuparlas mediante terceros disciplinados, ya sean Fiscales Generales del Estado o gobernadores del Banco de España o presidentes de la Cortes o altos cargos de la Unión Europea.
Que se permita a este termitero mafioso seguir poniendo en duda la honorabilidad de una inmensa mayoría de jueces, fiscales y funcionarios judiciales carece de honor y dice muy poco de quien convoca con el lema de democracia o mafia. Sólo ayer podía leerse en la prensa que se había registrado el domicilio de Ábalos, que el Supremo imputaba al Fiscal General y a su compinche, que, desde los fondos europeos al uso de los impuestos, se ha seguido la vieja ruta de los hombres perversos, que ha denunciado el ahora, ya muerto, célebre, René Girard.
La perversión en el PSOE, siempre posible porque nunca desde su fundación ha engañado sobre sus objetivos de conquista y acaparación del poder, se ha convertido de paripé científico marxista en fe del carbonero inquisitorial donde el mundo se divide entre los míos y los otros y los míos son los buenos hagan lo que hagan. Que le den a los hechos. Por increíble que sea, nadie de su seno sale abiertamente y dice: "Tenemos que refundar un partido que debe ser democrático, antes que mafioso" y hay que hacerlo mediante una cirugía dolorosa pero necesaria. Que no. Que ha ganado su mafia. Sigue ganando el UNO.
Nada de esto es nuevo. Lo hemos anunciado muchos, desde Federico Jiménez Losantos en su análisis de la dictadura silenciosa (1993) que ha crecido impunemente dentro de la democracia a muchos pensadores y periodistas, juristas y escritores. Por eso, la reforma que necesita la democracia española para no caer de nuevo en manos de otra mafia, no es cosa baladí. Ni el PP ni Vox, absurdeando, están a la altura. Ni una moción de censura conjunta son capaces de promover para propagar qué es la mafia y por qué no tiene nada que ver con la dignidad de la democracia.
Necesitamos un quirurgo y lo que nos crecen son los enanos[i]. Vaya destino.
