
Cristóbal Montoro exhibió durante sus años en el Poder, como tercera pata del banco del PP, con Rajoy y Soraya, un comportamiento público digno de Óscar Puente, una corrupción fiscal digna de Marichús Montero y un afán de Traición al que sólo se acerca Pedro Sánchez. Ha sido el socialista más transversal, el judas más sádico y el chulo más desvergonzado de cuantos en el PP de Mariano, léase Soraya, quisieron ser más socialistas que los socialistas, más "corrutos" que los "corrutos" y más turbios que Zapatero. Su imputación es el penúltimo servicio a la Izquierda en el Poder. Ojalá fuera el último.
El joven Arenas no era tan joven cuando Montoro, tras la mayoría absoluta de Rajoy, presumió de "haber descolocado a la Izquierda" al subir los impuestos más que en el programa electoral de Izquierda Unida. El efecto inmediato de aquella traición al electorado en las elecciones a la Junta de Andalucía fue la pérdida de medio millón de votos del PP, y la pérdida de la Presidencia de la Junta, para la que bastaba con repetir los resultados de las Generales. No le importó: a nadie odiaba Montoro tanto como a los importantes de un partido en el que él nunca tuvo importancia.
Además del síndrome del acomplejado don nadie que quería hacerse notar, Montoro añadía el afán de trincar hasta reventar, para lo que urdió un despacho de tráfico de influencias, con su hermano. Montoro y Asociados, luego Equipo Económico, fue la versión alopécica del tinglado de Pepiño Blanco, el Cerdán de Zapatero, cuyas hazañas llegan hasta hoy. Los que criticamos ese tinglado fuimos perseguidos por este bocazas que utilizaba los datos del Fisco a los que accedía ilegalmente para atacar y chantajear a periodistas y medios molestos. Y si la izquierda no denunciaba sus alardes era porque él mismo, Soraya y Mariano tenían un pacto de hierro con La Sexta de Ferreras, a la que distinguía con sus filtraciones contra dirigentes del PP, a cambio de no decir una mala palabra contra ellos.
Tampoco buena. Compraron silencio a cambio de delaciones contra miembros destacados de los que, en teoría, eran su partido y su Gobierno, pero el Trío Calaveras era su propio partido y gobernaba en su beneficio. La derecha social fue traicionada y los líderes históricos del PP perseguidos por el vampiro: Rato, Aguirre, Soria, Cañete, Margallo y cualquier enemigo de Soraya o del terror fiscal. Mariano no movió un dedo para impedirlo, ya que, como La Madrina Soraya, era beneficiario del silencio de la Sexta.
La corrupción sistemática del Fisco
Ayer publicaba un editorial ABC que no ha tenido mucha repercusión, y sin embargo creo que denunciaba lo más grave de la situación alumbrada por la imputación de Montoro y 27 altos cargos de la cúpula de Hacienda, en las dos legislaturas en que El Murciégalo se enseñoreó del Fisco. Dice el editorial que por lo que sabemos puede asegurarse que la filtración de datos fiscales de famosos a la cabeza del ministerio era y sigue siendo una práctica asentada en ese Estado dentro del Estado que es la Agencia Tributaria, de la que manan, como agua fresquísima, datos que pueden convenir al ministro y al Gobierno instalado en el Poder. La destitución de dos altos cargos de Marichús Montero, que lo eran ya en los tiempos de Montoro, muestran una continuidad delictiva que se parece mucho a la de las cloacas policiales en tiempos de Zapatero, Rajoy y, ahora, Sánchez. Los pillarejos son una tribu que va más allá de Villarejo, en ámbitos en que las leyes son más estrictas para salvaguardar los derechos de los ciudadanos. Por eso son los más solicitados.
Porque esos datos son especialmente valiosos precisamente porque es ilegal conseguirlos, salvo que medie la corrupción de la policía, la Justicia y el Gobierno. Y si uno se fija, los documentos que prueban cómo a Montoro le pasaban datos de políticos del PP a los que odiaba, o de Rafa Nadal y Tita Thyssen, son rutinarios, como si delinquir para el abuso del Poder fuera una parte del empleo en ese ministerio y sus arrabales tributarios. Añádase la acción concertada de una fiscalía politizada y de unos jueces locos por ascender y tendremos el modelo de corrupción política que ha padecido Ayuso bajo el sanchismo, pero que viene de los tiempos de Montoro y, antes, de Borrell.
Oficialmente, el terror fiscal lo creó Borrell al sentar en el banquillo durante meses a Lola Flores para aterrar al contribuyente, mientras "los amigos de Borrell", como los llamó El País cuando se cargó al vencedor de las primarias del PSOE, cobraban en chalés el olvido de los inspectores. ¿Hay alguna diferencia con el segundo de Montero que cobraba 100.000 euros por cancelar una molesta inspección fiscal a una empresa? Ninguna. ¿Es lo mismo que se imputa a Montoro y sus montoritos por recibir dinero para impulsar leyes que favorecen a los que les pagan? Exactamente igual. Y eso es lo realmente grave: la continuidad en la corrupción de un poder que presume de legitimidad y se ha acostumbrado a actuar fuera de la Ley.
¿Quién invitó al Murciégalo y ha fichado a uno de los Hermanos Dalton?
Feijóo ha actuado rápido al decir que él no atacará a jueces y medios por encausar a Montoro. De paso, debería enterarse de quién lo invitó al congreso del PP, con Rajoy y Soraya. La Madrina no fue, pero ya le ha colocado a uno de los Nadal, apodados "Los Dalton". ¿Imagina por qué?
