
Nacho García Velilla, director y productor de cine, al que siempre le agradeceré que me introdujera en el mundo de la interpretación, es el responsable de una de las comedias más hilarantes que he visto sobre política y prostitución: Villaviciosa de al lado. El guión, siguiendo la más pura tradición berlanguiana, parte de un hecho real acaecido en España hace unos años cuando tocó la lotería en un pueblo del interior. A pesar de que lo lógico es que la felicidad embargara a todos los lugareños, hay una gran sombra que se cierne sobre los premiados: el "Gordo" ha sido vendido en el club de alterne del pueblo. Fácilmente pueden inferir el dilema que se plantea en esa España profunda: declararte millonario a fuerza de putero, o mantener inmaculada tu moral sin tacha, a fuerza de seguir en la pobreza. Por no practicar ningún "spoiler", hay algo en la conducta de todos los partidos políticos estos días que me recuerda la reacción de los protagonistas de la película. Para los que no lo han visto, se la pueden imaginar.
Faltaría un personaje en ese enredo mesetario y prostibulario que sería el comisario, interpretado en la vida real por García Castaño, alias "El Gordo", pero no de la lotería. Según algunas informaciones, el comisario podría haber grabado con cámaras espías y micros a algunos clientes de las saunas del clan Gómez. El contenido de esas grabaciones se supone que sería extremadamente sensible, tanto como para influir en las decisiones y apoyos de algunos de los desinteresados usuarios del local. "JB" ha dejado de ser una marca de whisky para convertirse en las iniciales de algún presunto consumidor socialista de saunas y, lo que es peor, existen varias coincidencias con los nombres de algunos ilustres afiliados.
Pues bien, de confirmarse que esas grabaciones fueron utilizadas directa o indirectamente por Sánchez para ascender en su partido, convierten al presidente, más allá de las posibles repercusiones penales, en un destacado lector de la obra del Marqués de Sade. Sade fue un profundo conocedor de la relación pérfida que anudaba y anuda el poder y el sexo, puesto que él mismo fue víctima del entramado de vigilancia que algunos comisarios llevaban a cabo en las cloacas de Montparnasse con la connivencia de prostitutas y chaperos. De hecho, acabó detenido y encarcelado por mantener relaciones sexuales con menores.
La prostitución constituyó una forma más o menos sofisticada de obtención de información en los bajos fondos del París del siglo XVIII, por la vía de extorsionar a políticos de la época a los que se les pillaba "in fraganti". Tres siglos después, nada ha cambiado. Basta sustituir París por Madrid, y la estética de los inmuebles, con la colaboración inestimable de MUFACE, para concluir que el sexo retribuido ha sido siempre una fuente de extorsión.
El ciudadano Picquenard, comisario de policía de París, se lo exponía en aquella época al Presidente del Directorio, alertando de los efectos que producía la obra de Sade en las costumbres de los bajos fondos del Sena: «Es imposible hacerse una idea de la disolución y depravación públicas… Es preciso decíroslo todo ciudadano Presidente: acaban de traer a la oficina central varios niños del sexo masculino /…./. Estos pequeños desgraciados cuyas palabra no pueden oírse sin un estremecimiento, son llevados al Palais Royal por sus madres para que sirvan de instrumento de las orgías más horribles e infames. Las lecciones de la execrable Justine (quizá la más célebre obra de Sade) son puestas en práctica con una audacia sin precedentes". En Aline y Valcour, otra de las obras de Sade, el Magistrado Presidente Blamont, protagonista perverso, se jacta del uso que el sexo oculto puede provocar: «Sé que cena en ocasiones con muchachas, nuestro querido conde… Si cuando se tiene ganas de perder a un hombre hubiese que esperar a que atentase contra el Estado, no se terminaría nunca. Mientras que hay muy pocos mortales que no cenen con prostitutas. Por tanto, está muy bien que las trampas se hayan colocado en donde están… Todo lo que se hace para fomentar las relaciones de las sacerdotisas de Venus es poco. Es extremadamente útil al gobierno y a la sociedad, saber cómo un hombre se conduce en tales casos… Se trata de una forma de encadenar al ciudadano, un recurso para sojuzgarlo, para perderlo cuando se desea y esto es lo esencial». Es evidente que nada ha cambiado, lo que demuestra que el ser humano es previsible, incluso en su maldad.
Creo a ciencia cierta, en cambio, que Sánchez no ha leído las obras completas del Marqués, porque no aprendió una lección necesaria que aparece reseñada en Filosofía del tocador a cuenta de las orgías: "Pongamos, por favor, un poco de orden en esta orgía; orden tiene que haber incluso en el seno del delirio y de la infamia». Entre los graves errores de Sánchez, está haber descuidado el orden en la delirante e infame trama de secuaces que le ayudaron en su ascenso al poder. Y sin orden, ni siquiera el delito es posible.
