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Por fin, un verano con menos turistas

Mantener montones de miles de hoteles cerrados durante casi todo el año, pero con cargo a los contribuyentes, constituye un carísimo alarde anticapitalista. Y la solución no pasa por muchos más turistas, sino por muchos menos hoteles.

Acaba de hacerse público que el número de turistas que este verano han visitado tanto Cataluña como la Comunidad de Madrid ha disminuido, si bien levemente, en relación al mismo periodo del año pasado. Es una buena noticia. Sí, lo es. En España hay muchos partidarios del capitalismo que, sin embargo, no saben qué es el capitalismo. Y ese tipo de entusiastas suele abundar mucho entre los defensores del gremio hotelero. Ocurre que el capitalismo, a diferencia de otros sistemas económicos, se caracteriza por el hecho de que los precios de las mercancías – como el de los servicios – reflejan siempre el coste de producirlas.

Cuando yo compro un ordenador, el precio abonado por él incluye dos cosas: el beneficio de la compañía que me lo ha vendido, por una parte; y el coste de fabricarlo, por otra. Pero cuando un turista inglés pasa dos semanas de agosto en un hotel de Lloret de Mar, no ocurre lo mismo. Porque el precio que abona el inglés no llega a cubrir la suma del beneficio del hotelero más el coste de su estancia. No la cubre, no. Y si no la cubre, ¿quién paga esa diferencia? La pago yo con mis impuestos y usted, lector, con los suyos.

Es fácil entenderlo. Si el hotel de Lloret de Mar permanece abierto únicamente dos meses al año, el sustento de su plantilla de camareros y limpiadores durante el resto del ejercicio no saldrá del bolsillo del inglés, sino de los Presupuestos Generales del Estado Español. Hablamos de los famosos fijos-discontinuos. Por algo, los municipios turísticos de Cataluña figuran entre los más pobres de ese territorio, con una renta promedio un 20% inferior a la del resto de localidades. Si creemos en el capitalismo, pues, debemos implantar políticas turísticas en España que fomenten la lógica capitalista. Mantener montones de miles de hoteles cerrados durante casi todo el año, pero con cargo a los contribuyentes, constituye un carísimo alarde anticapitalista. Y la solución no pasa por muchos más turistas, sino por muchos menos hoteles. Lo dicho, una buena noticia.

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