
Con las informaciones que se van conociendo, ya no cabe duda de que este es un gobierno que parece empeñado en avergonzarnos a todos los españoles, en avergonzar a la nación española ante el resto de las naciones y en avergonzarnos en el futuro cuando se escriba su historia. Ya no se trata de opciones políticas o ideológicas. Se trata de impudor, de cinismo, de arbitrariedad.
Se trata de cavar la tumba, sí, de una gran nación despreciando el más mínimo respeto por las personas, las instituciones, la ética derivada de la Constitución y el sentimiento de dignidad nacional que aún tenemos bastantes. Es que parece que tal empeño es el objetivo de Pedro Sánchez y su corte de sicarios. Si es algo que ha decidido desde su desfachatez o si es algo que le ha inspirado u ordenado alguien, se ignora. Pero la conjetura encaja con los hechos.
Sólo lo que conocimos ayer daría para varios epitafios políticos si el gobierno de España fuera democrático; si el PSOE, sus izquierdas comunistas e incluso los nacionalistas, de pum-pum borroka o de sacristía o de lo que sea, tuvieran algo de decencia, ya se habrían convocado elecciones generales anticipadas. No es tan difícil. Miren al tirano Maduro que ha anticipado otra vez ¡la Navidad!
Ayer mismo dos testimonios, uno de un empleado de publicidad y una prostituta, conocedores del negocio del padre de Begoña Gómez y suegro de Sánchez, coincidieron en que su ocupación era la prostitución (¡qué importa el género si el dinero es puro!), que todo se pagaba en dinero negro, que la pagadora habitual en sobres era la mismísima esposa del presidente del gobierno de España y que en la actividad había menores de edad.
Cualquiera de esas cuatro afirmaciones, que encajan como anillo al dedo con lo conocido, grabado y/o admitido – explotación de las personas prostituidas, fraude fiscal, corrupción de menores y colaboración y complicidad personal con la sumisión sexual de mujeres, hombres y chavales/as que ni votar pueden -, sería suficiente para hacer que el gobierno de España, que preside alguien que debía conocer la trama y se benefició de ello, presentara en bloque su dimisión, unos por acción y otros por omisión o connivencia.
Ni siquiera hace falta mencionar el rosario de mentiras, de ilegalidades, de arbitrariedades, de heridas contra la unidad nacional, de incomprensibles cesiones personales sobre la soberanía española, del despótico o desdeñoso modo de tratar a los medios de comunicación, al Parlamento, a los jueces, a la propia Casa Real…Ayer supimos que el tipo también pega puntapiés a sus propios escoltas. Ni hay que revivir la amoralidad de sus números dos en el PSOE y de muchos más números subsiguientes, de puteríos, coimas, espionajes mutuos, espectáculos televisivos, caprichos, juergas…
Pero sí es necesario detenerse en lo que muchos ya han percibido con razón como un ataque de desvarío mental, que sería lo menos grave, o de un arrebato de demencia política obsesionada por ocultar que Begoña Gómez tiene que declarar mañana por numerosos presuntos delitos y para echar tierra encima del procesamiento de su Fiscal General, que no del Estado, Álvaro García Ortiz, que no dimite ni con agua caliente avergonzando a la carrera judicial en su conjunto.
En este último caso, es que ni siquiera el "socialista" Pedro Sánchez se toma en serio el código ético de su partido que sentencia que cuando a un militante del PSOE imputado se le dicta "auto de apertura de juicio oral, deberá solicitar la baja voluntaria como afiliado/a y dimitir de su cargo".
Si todo es gravísimo, lo más terrible, lo más infame y lo más vergonzoso es que Pedro Sánchez pronunciara en La Moncloa estas palabras: "España, como saben, no tiene bombas nucleares, tampoco tiene portaaviones ni grandes reservas de petróleo. Nosotros solos no podemos detener la ofensiva israelí." (Aplausos de los terroristas de Hamás y de los antisemitas del mundo).
¿Es que de tener bombas nucleares este gobierno de España estaría dispuesto a tirar alguna sobre Haifa, Tel Aviv, Jerusalén o Beerseba? ¿O es que está animando a países que disponen en su arsenal de tales bombas a que las arrojen sobre ellas u otras ciudades israelitas? ¿O acaso está dando ideas para futuros proyectos terroristas? En cualquier caso, ¿cómo distinguir entre buenos y malos judíos (los de Netanyahu, claro), una vez que una de esas bombas caiga sobre una población? ¿Cómo justificar tal insinuación belicista sobre el único país democrático de Oriente Medio?
Que un presidente de un gobierno de una nación como España, miembro de la Unión Europea, de la OTAN, y de la ONU, diga una barbaridad de tal calado, que califique de genocidio lo que es una guerra cruel, a veces incluso salvaje, que estalló como tal en 1948 pero nada parecida a los genocidios selectivos sufridos por los judíos en o las hambrunas ucranianas de 1930, que ignore a las victimas inocentes, a todas ellas, sin acepción alguna, y que calle ante los asesinatos masivos de Hamás, es para avergonzarse hasta la náusea.
Cantó Rafael Alberti en 1948: "Israel de los llantos, Israel de las penas./ Paraíso encontrado, libre y ya sin cadenas./ Jardín para los tristes, sol de los desterrados, madre de los perdidos corazones hallados." ¿Qué clase de izquierda política es esta que, contra su propia historia, no valora el derecho de un pueblo a existir?
Que este comportamiento pueda conducir a una ruptura abierta de España con el Estado de Israel, algo que ni siquiera han sugerido los países árabes e islámicos que mantienen relaciones diplomáticas con él (Egipto, Jordania, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Sudán, por ahora), da una idea de la vergüenza internacional que este trastornado o descomedido personaje está haciendo pasar a la nación española.
Hasta aquí hemos llegado. Ya sé que no se convocarán elecciones, aunque cruja la quilla del Estado. El rumbo ya se perdió hace mucho. Pero esto obliga a todos los ciudadanos de buena voluntad y a quienes sienten respeto por la nación común a hacer posible cambios esenciales en nuestra legislación vertebral que impidan que desvaríos como el que vivimos vuelvan a repetirse. Para ello, tomen nota, hacen falta cuando menos 210 escaños y una firmeza rotunda para recuperar la nación y la democracia perdidas. A ello.

