
Más allá de las reacciones viscerales que desde la derecha o la izquierda se tengan ante el asesinato de Charlie Kirk, es evidente que quien lo mató no es un chalado que pudo hacerse con un rifle de precisión sólo gracias a lo fácil que es adquirirlos en Estados Unidos. El que lo hizo disparó a una distancia suficiente como para ser necesaria cierta pericia para alcanzar el objetivo y matar al sujeto de un solo disparo. Además, no se entretuvo disparando sobre los asistentes, lo que descarta también al exaltado izquierdista. Y ha tenido la capacidad de huir de la escena del crimen sin haber sido detenido ni identificado. Alguien preparado, como probablemente es, no necesita poder comprar el arma en un supermercado para llevar a cabo un atentado así.
Éste es, por otra parte, parecido a los dos sufridos por Trump, que fueron a manos de sendos francotiradores, aunque en el primero el tirador fue abatido y en el segundo fue detenido antes de que tuviera ocasión de disparar. Apenas se sabe nada de las motivaciones de ambos, ni de su equilibrio mental. Sin embargo, van siendo ya muchas coincidencias.
¿Cabe sospechar de la existencia de una conspiración contra Trump? Si los tres atentados están conectados, la conspiración existe. Y no se trata de energúmenos izquierdistas ni de republicanos en busca de excusas para imponer su agenda. Alguien muy poderoso, que no tiene por qué ser ni de izquierda ni de derecha, cree que la presidencia de Trump y la imposición de sus ideas constituyen un peligro. Puede que el rubicundo magnate haya aceptado en secreto el pacto de América para mí y que se quede Rusia con Europa y China con Asia. Si se decidiera a intervenir en Venezuela sin que Xi ni Putin muevan un dedo, se podría empezar a sospechar la existencia de tal reparto. Puede que haya poderosos intereses económicos interesados en acabar con la sangría que para la economía norteamericana y mundial será la imposición de los aranceles. Puede incluso que haya una suficientemente fuerte oposición a la política contra la inmigración ilegal. La última redada de Trump ha descubierto a más de 400 surcoreanos ilegales trabajando en una planta que Hyundai tiene en Georgia. La compañía ha dicho que trabajaban para otra empresa que ellos subcontrataron, pero parece imposible que el fabricante de automóviles no supiera que sus trabajadores estaban ilegalmente en el país. ¿Conspiranoico? Por supuesto. Pero van tres atentados. Y muy parecidos.
