
O el plan de Trump o sigue la guerra. El plan de Trump para alcanzar la paz no contentará a todos. Pero nadie negara que exista otro mejor. Es el único que está sobre la mesa y ha sido aceptado por Israel. Trump ha dado 72 horas para que respondan las autoridades de Gaza. Sin embargo, algunos "analistas" consideran que el nivel de crueldad es de tal calibre que hace imposible paz alguna. Falso. Podemos ser escépticos con el plan de Trump para detener la guerra en la franja de Gaza, pero descalificarlo de entrada por inviable, como hacen algunos analistas políticos, es sospechoso. Debemos recelar, primero, de la estulticia de quienes se oponen sin ton ni son o, simplemente, insultan a Trump porque es Trump, o sea, el político más coherente que ha dado EE.UU. en las últimas décadas.
Y, sobre todo, tenemos que desconfiar de la soberbia "tantálica" que exhiben estos "filósofos" de lo ideal, que están a la izquierda y a la derecha del llamado espectro político, a la hora de darle una oportunidad a la paz. Esta gente es utópica, sí, porque no dejan de acariciar el ideal, las condiciones ideales para negociar una paz, mientras murmuran y murmuran por debajo: mal, muy mal, el proyecto de Trump de convertir Gaza en una zona para vivir con dignidad, e incluso en una zona franca para el comercio mundial.
Nadie puede saber, en verdad, si el plan de Trump para detener la guerra tendrá o no éxito, pero cuestionarlo de entrada es, sin duda alguna, una apuesta para que la guerra continúe. ¿O acaso existe alguna otra propuesta para acabar con ella? No. Nadie ha presentado algo mejor para detener la guerra. Ni la Unión Europea ni la ONU tienen nada que ofrecer. Hay que agarrarse, pues, al plan de Trump. No hay otra. Comprende 20 puntos para transformar un inmenso cráter de bomba, según reconocen los expertos en esta guerra, en una plataforma de lanzamiento para la paz. No es la mejor imagen de esta guerra, pero es una de tantas para apostar por la paz o, por el contrario, continuar con la guerra. Nadie hay, reitero, más coherente que Trump en la política mundial. Su coherencia es de libro. Sigue las líneas maestras de su anterior mandato. Y, por supuesto, es fiel a los principios desarrollados en toda su vida: negociar y acordar. Política.
Se trata de hacer de la necesidad, otra vez, virtud, pero también de darle una oportunidad política a todas las partes implicadas, incluidos los terroristas de Hamas. ¿Serán capaces estos últimos de dar el salto a la política? ¿Cambiarán la guerra por la política? Nadie lo sabe. Pero ahí se juega el comienzo de la paz. En la medida que una persona normal puede ponerse en la cabeza de un terrorista, y en la medida que puede dialogarse con un islamista sobre "política" terrenal, cabe predecir que ese salto no será fácil, pero no es imposible, entre otras razones, porque hay muchos países árabes implicados. El plan de paz de Trump es tan sutil que ha conseguido hacerles dudar de su "verdad" a los terroristas de Hamas. Es un paso. Dudan, sí, de quiénes son. Hay direcciones contrarias que fácilmente pueden conducirles al caos, o sea a más destrucción; pero también es la oportunidad para que los mejores de ese pueblo se impongan a los terroristas. De momento, y no es poco, hay pruebas importantes para mantener que la "autoridad palestina" ya no está en manos de Hamas…Sí, el tormento infernal de Gaza no es controlado por Hamas. La "autoridad palestina" se tambalea ante el plan de Trump. Entonces, ¿quien se atreve a afirmar que ese proyecto de paz es inviable? Sólo los dogmáticos, sí, los sectarios partidos políticos de Occidente, que extraen sus consignas y propaganda de esa terrible guerra, se han atrevido a rechazarlo.

