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La "aberración" de informar

Vender el aborto como un proceso indoloro, incoloro e insípido, tal y como hace la izquierda, sí que es una trola del tamaño de la Catedral de Burgos.

Vender el aborto como un proceso indoloro, incoloro e insípido, tal y como hace la izquierda, sí que es una trola del tamaño de la Catedral de Burgos.
Ana Redondo e Irene Montero en una imagen de archivo. | LD/Agencias

El Ayuntamiento de Madrid ha aprobado una iniciativa para que en centros dependientes del consistorio se informe a las mujeres sobre el "síndrome post aborto". Y a la izquierda en general y el PSOE en particular le ha parecido una "iniciativa aberrante" e incluso valora "ir a los tribunales".

Informar es aberrante, agárrense. Lo cierto es que no puedo negar que desde el punto de vista de los socialistas, de estos socialistas, la idea es coherente: esa es su posición sobre todo lo que sea informar hoy en día, especialmente si es sobre los choriceos de la familia del jefe, pero esa ya es otra cuestión.

Volviendo al tema: vaya por delante que desconozco si existe algo catalogado médicamente como "síndrome post aborto", puedo perfectamente creer que no, ya que hoy en día hay ramas de la medicina que se parecen tanto a la ciencia como Óscar López a un político serio. De lo que estoy convencido es que vender el aborto como un proceso indoloro, incoloro e insípido, tal y como hace la izquierda, sí que es una trola del tamaño de la Catedral de Burgos.

La propia izquierda lo sabe, porque uno de los argumentos que blande como alfanje contra la gente que va a las puertas de las clínicas abortivas a intentar convencer a las mujeres de que no entren –o a lo que vayan, que sinceramente no lo tengo muy claro– es que se añade sufrimiento a un proceso ya de por sí doloroso. Sí, ya sabemos que son expertos en sorber y soplar o, como dijo aquel, en cabalgar contradicciones.

No voy a entrar hoy al fondo de la cuestión porque el objeto de este artículo no es esa discusión ya prácticamente superada – quizás por desgracia– sobre el aborto, pero lo que sí me resulta de verdad aberrante es esa forma de banalizar algo que, incluso aunque estés muy convencida de que tienes derecho a hacer o de que no te queda otro remedio, debe dejar cicatrices.

Otra contradicción: hemos visto a muchas de estas jóvenes políticas de izquierda dar noticia de sus propios embarazos con mensajes ultracursis en las redes sociales sobre lo maravilloso que es crear una nueva vida, el profundo significado de todo aquello que les estaba pasando y lo rebosantes de emoción que las tenía la feliz noticia. Sin embargo, por lo visto para las demás la cosa no tiene ninguna emoción ni ningún significado y abortar es algo así como quién se quita un grano o un quiste de grasa: un trámite médico fácil que haces por la mañana y luego te vas de compras con les amigues. Oigan, habrá casos así, pero seguro que también los hay asá. Y me atrevo a decir que algunos más.

Reconozco que esta forma de pensar es coherente también con el mensaje que se lanza a las generaciones más jóvenes de que tienen derecho a todo y no tendrán que afrontar las consecuencias de nada. La lástima es que la realidad es como es y no como nos gustaría que fuese, así que volver sola y borracha a casa puede no ser la mejor idea y abortar es un poquito más duro que hacerse otro piercing.

Sé que desde la izquierda informar a la mujer sobre el aborto es, tal y como ha dicho la ministra Ana Pulseras, "poner trabas" a algo que parece que debamos promover y subvencionar. Sin embargo, lo pongan como lo pongan, ya es casualidad que en esta sociedad haya que informar de 3.000 millones de chorradas, desde entrar a una web hasta comprar cualquier cosa, pero no se pueda decir ni mú en el proceso de acabar con una vida, por muy incipiente que sea.

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