
Las guerras se interpretan cuando acaban; es entonces cuando desprovistos del lado emocional o interesado, podemos hacer un análisis del resultado de la guerra y de este acuerdo de paz que puede ponerse en marcha en Gaza, y lo que es más importante de cara al futuro, cuándo y cómo los españoles vamos a comenzar a ser contribuyentes activos de este proceso de paz.
Hamás, a pesar de la masacre –genocidio según algunos– y la devastación ha tardado cinco días en aceptar el acuerdo y además lo ha hecho con reservas, días en los que han muerto centenares de compatriotas. Después de tanta muerte y destrucción, ha sido necesaria una última vuelta de tuerca para que empiecen a aceptar su derrota, su extinción y que puedan paliar una parte insignificante del daño causado con la masacre del siete de octubre. Hamás ha defendido el genocidio judío durante décadas pero encontró incomprensión en esta guerra que solo se entiende desde la óptica de algunos intereses muy sectarios o particulares. Nunca antes en la historia hubo tantos palestinos en Palestina, a pesar del supuesto interés judío en exterminarlos.
Hoy sabemos que todo ese daño casi no fue suficiente para la rendición y esta es una primera reflexión que debemos hacer sobre la dimensión de la guerra de dos años que hemos vivido, en la que Israel recibió centenares de ataques con misiles, drones y cohetes y los palestinos vieron desaparecer sus casas, sus calles, absolutamente todo.
Es un acuerdo en el que Israel ha renunciado a muchos de sus objetivos; miles de terroristas quedarán libres y el futuro o actual Estado Palestino sale reforzado con la asunción de la seguridad interior, con la toma del gobierno diario y con un plan de reconstrucción que pretende ser envidiable y con un camino hacia un estado palestino viable.
El pueblo palestino va a ser salvado gracias a Netanyahu que ha forzado a sus radicales a aceptar el acuerdo; a Trump que por una vez se ha dejado llevar por los que saben, aunque se le fue la emoción con su primer post celebrando que Hamás aceptase, lo que está un poco lejos de ser del todo cierto porque los acuerdos mueren en los detalles; y a los países árabes moderados que van a tomar un papel que nunca quisieron ejercer.
Todos los palestinos inocentes merecen una oportunidad. Muchos no verán ese futuro porque murieron víctimas de una violencia desatada por un grupo terrorista que sabía perfectamente las consecuencias de su acción, y que buscó en la violencia de Israel contra Hamás –parapetado en su propio pueblo– un relato que los llevara a la victoria. Casi lo consiguen, sobre todo en los países en los que encontraron comprensión y apoyo moral. Israel debería haber acabado hace mucho tiempo con esta guerra y con mucho menos dolor, pero encontró un enemigo dispuesto al suicidio colectivo por conseguir sus pérfidos fines y hoy sabemos que la paz no fue posible hace un año porque el daño no había sido suficiente, no hay otra explicación, aunque suene terrible.
Al menos diez años de reconstrucción
La reconstrucción no será tarea fácil. Me tocó vivir en primera persona la reconstrucción de Irak después de la guerra, resultaba evidente en aquella ocasión que ni los americanos deseaban reconstruir el país, ni que Irak tenía los supuestos recursos que justificaron la guerra y sobre todo, que nunca comprendimos el régimen tribal de Irak; la pretendida occidentalización de su política sonaba atractiva pero era inviable.
El primer paso para ser efectivos es comenzar por lo básico, desescombrar y dar luz y agua mientras llegan alimentos y herramientas. Diez años, al menos, serán necesarios para que Gaza tenga unos mínimos habitables, mientras habrá que sostener a una población que ha sufrido lo indescriptible y que debe recuperar su fe en la vida y esto será un esfuerzo económico de decenas de miles de millones de dólares.
Hamás e Israel están a punto de dar un paso de gigante; por primera vez el grupo terrorista reconocería la existencia y legitimidad de Israel, y solo así será posible avanzar, no sin dificultades, hacia una paz y seguridad que los dos pueblos merecen.
Ya tardamos en sumarnos al esfuerzo de paz. La guerra terminó y las sanciones deben acabar ya. No tiene sentido mantenerse más en el extremo que el propio Hamás, debemos recuperar rápidamente los lazos con nuestro aliado en la zona, con la democracia de Israel. Si el gobierno necesita causas electorales, ya puede buscarse otras, porque el interés de Estado exige un rápido restablecimiento de la normalidad entre dos países que tienen tanto en común. España no puede quedar al margen del esfuerzo de reconstrucción y nuestros militares deberían participar en las tareas iniciales, ayudando a la seguridad de los palestinos hasta que sea el momento de que puedan acometer solos sus grandes retos como pueblo.
Demos la bienvenida a la paz y regresemos a los cuarteles de invierno. El futuro de Netanyahu no puede condicionar a todo el mundo y corresponde a los israelíes determinar quién debe gobernarlos y cómo; la Justicia analizará las posibles causas que se le puedan imputar, pero no podemos condenar a todo Israel por la actitud de un primer ministro elegido democráticamente.
Bienvenido sea este fin de la guerra si es que llega y que todos encuentren un camino hacia una mayor comprensión y que nosotros dejemos nuestras cuitas para otros asuntos más domésticos. Salam, Shalom.


