"Me dirijo a vosotros para compartir mi indignación y la del Equipo de Gobierno por los abordajes ilegales que están sufriendo, desde anoche, la gran mayoría de embarcaciones que configuraban la Flotilla Global Sumud, perpetrados por el ejército de Israel en aguas internacionales. Pedimos la puesta en libertad inmediata de las personas retenidas ilegalmente y el restablecimiento de la libre circulación de todas las embarcaciones, de acuerdo con el derecho internacional humanitario".
Así es como empezaba, la pasada semana, una carta dirigida por el rector de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Francisco Javier Lafuente Sancho, catedrático de Ingeniería Química y, obviamente, un político disfrazado de profesor universitario.
El escrito de don Francisco, al que aprovecho para felicitar por su reciente onomástica, evidencia uno de los grandes cánceres que han traído a la sociedad española actual (pero también en otros países) hasta donde nos encontramos: la colonización de todos los centros de opinión por parte de la izquierda, la izquierda más radical, la izquierda más totalitaria, la izquierda más antidemocrática y anticonstitucional, la izquierda más rancia y heredera de todos los regímenes autocráticos de la historia, desde la URSS hasta Cuba, desde Rumanía hasta Corea del Norte, desde Venezuela hasta China.
El tipejo en cuestión es un químico que evidencia en su texto que no tiene ni repajolera idea sobre Derecho Internacional, ni sobre los recientes dictámenes de tribunales internacionales sobre lo que es y no es genocidio, ni sobre las leyes del mar, ni sobre nada de nada. Pero él habla y habla para adoctrinar, dejando siempre a un lado la verdad y la realidad, como siempre hace la izquierda, a fin de ser una pieza más en la estrategia de adoctrinamiento y 'jibarización' que la izquierda lleva casi medio siglo practicando en este país, adueñándose de la creación de opinión en los medios de comunicación, en los colegios, en las asociaciones civiles, en las redes sociales y, por supuesto y principalmente, en la Universidad, nido de manipuladores y troleros que se imponen ante el silencio de quienes no comparten sus prácticas, pero mayoritariamente callan para que no venga nadie a llamarles fascistas, machistas o 'mi tía Mari Carmen'.
A don Francisco le importa un pepino que haya quedado acreditado que en esa 'flotilla' no hubiera ayuda humanitaria alguna, le dan lo mismo los asesinatos y violaciones practicados por los terroristas de Hamas, le resbala la versión de los hechos que ofrece el gobierno israelí, le es ajena la persecución que desde hace un siglo sufre ese país por parte del terrorismo y el totalitarismo teocrático islamista y el recorrido de hostigamientos que ha sufrido ese pueblo desde que existe y, sobre todo, se la 'refanfinfla' la ley, la norma, la seguridad jurídica.
El rector, don Francisco, ha lanzado a las hordas kale borrokas de Barcelona sobre el centro de la ciudad, sobre las tiendas y restaurantes, sobre el mobiliario urbano y sobre las vías de comunicación, desde calles y carreteras hasta el ferrocarril y, por tanto, es cómplice e impulsor de los disturbios causados, porque si él no sabía que con sus palabras de aliento iba a contribuir a todo lo que se venía encima, entonces es que, además de un 'analfabeto legal', es más tonto de lo que ya de por sí parece.
Un párrafo de su correo enviado a la comunidad universitaria, en el que afirma que "desde el Equipo de Gobierno, alentamos a la comunidad universitaria a participar en los diferentes actos de protesta que se están convocando", es una provocación y una incitación al desarrollo de comportamientos violentos como los que hemos visto todos en su ámbito territorial.
Pero lo grave de todo esto, con ser esto absolutamente grave, no es sólo el colaboracionismo con la violencia callejera como método de efervescencia político-social que siempre practica y ha practicado la izquierda, sino la constatación, una vez más, para todo el que lo quiera ver, de esa estrategia de ideologización masiva del socialismo y el comunismo que, incapaces de convencer por la vía de los hechos, de la gestión, del buen gobierno, lo hace por la de la manipulación de aquellos colectivos que, o bien por su debilidad cultural o bien por su posición de inferioridad, como la de un alumno ante sus profesores, lleva a cabo la izquierda desde siempre.
Llevo muchos años denunciando que las aulas son un nido de adoctrinamiento para nuestros niños y jóvenes. Todos tenemos casos de profesores que, en lugar de cumplir con la encomienda de trasladarles conocimiento sobre las materias que les han sido asignadas, se dedican a transmitirles opiniones, emociones e ideologías, abusando de esa posición de liderazgo para convencer, para manipular y para sesgar el libre desarrollo del pensamiento de nuestros hijos.
Ignoro a qué demonios se dedica el señor rector, si es que se dedica a algo productivo, pero como responsable de una alumna de la Universidad de Barcelona, le exijo que se dedique a lo suyo, a difundir conocimiento, si es que tiene algo de ello, y deje de manipular a nuestros hijos. Y, ya de paso, y por supuesto, le insto a que garantice su derecho a la educación, blindando la posibilidad de recibir clases incluso cuando hay convocatorias de huelga, lo cual fue vulnerado durante las algaradas pro palestinas de la pasada semana.
Por supuesto que aprovecho para exigirle, también, que garantice el derecho de sus alumnos a recibir formación en lengua castellana, derecho que se vulnera todos los días en su universidad y que forma parte de nuestra Carta Magna.
Si usted no es capaz de cumplir la ley, debe marcharse a su casa de manera inmediata y abandonar el cargo de rector; y si no es capaz de limitarse a su labor de trasladar conocimiento y no ideología, ha de abandonar su cátedra y su puesto de profesor universitario, algo que no ocurrirá, puesto que usted es, en realidad, un eslabón más en la cadena de ideologización que sufre desde hace décadas nuestra estructura universitaria nacional.

