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¿Desaparecerá la nación española?

El Estado pudo crear la nación hace doscientos años, pero ahora se revela por entero impotente e incapaz de repetir aquella hazaña de armonización cultural.

No recuerdo a quién le leí que en la Península Ibérica todos los nacionalismos han fracasado, excepto el portugués; quizá fuese a Álvarez Junco, aunque no podría asegurarlo; en cualquier caso, la sentencia tiene mucho de cierto. Yo, que me he pasado la vida rodeado de nacionalistas catalanes, creía haber desarrollado anticuerpos poderosos contra el contagio de las emociones —todo nacionalismo es emoción— propias del nacionalismo español, el que me tocaría a mí. Pero, pese a tantas cautelas intelectuales, debo confesar que en más de una ocasión, durante los momentos álgidos del procés, también me emocionó el sonido del himno y el ondear de la bandera en aquellas calles incendiadas de Barcelona.

El nacionalismo español fue muy débil desde su mismo nacimiento, allá a principios del XIX, porque el Estado también fue muy débil durante el mismo periodo. A lo largo de todo el XIX y parte del XX, el Estado era algo que se acababa al alejarse cien kilómetros de Madrid. De ahí que en Francia no haya separatistas, porque el Estado francés sí era entonces lo bastante poderoso como para alumbrar la nación. Sin embargo, hoy, en el siglo XXI, España, pese a todo, se parece mucho más a una verdadera nación que la actual Francia multiétnica, multicultural y multicaótica. La lección, por lo demás, resulta clara: el Estado pudo crear la nación hace doscientos años, pero ahora se revela por entero impotente e incapaz de repetir aquella hazaña de armonización cultural.

Francia es un país en acelerado proceso de descomposición que no posee nada parecido a una identidad nacional compartida (basta con observar a su selección "nacional" de fútbol para certificarlo). Y en España puede ocurrir exactamente lo mismo incluso antes del transcurso de una generación. Y como frenar de un modo efectivo los flujos migratorios intercontinentales va a resultar imposible en la práctica, la única vía que nos queda para que se conserve en el futuro lo que todos entendemos por españolidad pasa por estimular de forma activa y deliberada el asentamiento de población oriunda de América Latina. Desengañémonos, no hay otro camino.

En España

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