Muchas de las reacciones al asesinato de Charlie Kirk, el activista conservador estadounidense, tanto en su país como en España mostraron la nula moral, el odio, la barbarie y los instintos criminales y asesinos de esa izquierda que como primera providencia se cree en posesión de la verdad y en un estadio cívico, ético y científico muy superior al de los que no comulgan con sus ruedas de molino.
Las celebraciones de esa izquierda cada vez más extendida y desacomplejada por la muerte de un oponente político permitieron también apreciar la capacidad para crear contextos tóxicos con mentiras, frases manipuladas y toda clase de infundios contra la víctima. Como es inveterada costumbre en la izquierda, la eliminación física solo es un paso. Después viene la aniquilación de la memoria, la manipulación de la realidad y de la historia a los efectos de justificar el crimen y tranquilizar las solidarias conciencias de los amigos de Hamás y demás representantes de la izquierda supremacista.
Pero antes de que se produzca el fatal desenlace, las víctimas propiciatorias sufren un proceso de deshumanización que allana el camino a la violencia y a su aceptación generalizada entre una izquierda para la que las vidas ajenas tienen un valor muy relativo. En España, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es la persona con la que se ceban todas las izquierdas y los separatismos, la política a la que se insulta como si denigrarla fuera un acto de civismo.
Da igual lo que diga y lo que haga. A la izquierda no le preocupa la realidad y menos aún la verdad por su capacidad y medios para construir marcos alternativos, muy alternativos en relación con la literalidad de los discursos y la esencia de los hechos. Díaz Ayuso es una de las pocas mujeres en España a la que se puede insultar, ofender, vilipendiar y vejar sin problema alguno. Más bien, todo lo contrario, como es notorio en la basura "informativa" de la izquierda y en sus deleznables tertulias pagadas con los impuestos de todos los ciudadanos.
Todo está permitido contra Díaz Ayuso, hasta que una supuesta psiquiatra y diputada de Más Madrid, Marta Carmona, se permita acusar a la presidenta de Madrid de "crueldad" por mezclar, según su desviada opinión, los abortos espontáneos con el derecho al aborto. Una de las cosas más relevantes de este asunto es que Carmona haya podido ejercer de psiquiatra en la sanidad madrileña. Sin embargo, el odio puede más que su presunta formación, pues no de otro modo se puede entender ataque tan abyecto a una mujer por parte de una profesional de la medicina, por muy rival política que sea.
Si una ínfima parte de lo que se ha dicho de y contra Isabel Díaz Ayuso se hubiera dicho de cualquier otra persona, mujer u hombre, el escándalo hubiera sido mayúsculo. A la izquierda no le preocupa incurrir en el machismo más extremo y odioso para atacar a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Le da igual caer en la obscenidad más despreciable, en las insinuaciones más salvajes. Todo vale contra ella. Personajes como Pedro Sánchez no pueden disimular su odio, de ahí esa enfermiza y delictiva persecución política que puede acabar con el fiscal general del Estado condenado.
Hay barra libre para despreciar, acosar, humillar y burlarse de Díaz Ayuso. E individuas como esta Marta Carmona ponen de manifiesto un peligroso doble rasero. Seguro que Carmona está hondamente preocupada por la salud mental. Ese es un mantra de la izquierda. Pero la salud mental que le preocupa no es la de Díaz Ayuso, sino la de tipos como Íñigo Errejón. A Díaz Ayuso ya la han marcado y deshumanizado en lo que constituye la antesala de la violencia.

