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¿Sin cárcel no hay elecciones?

Pedro Sánchez está a diez minutos de declarar sin ambages que ha llegado un nuevo régimen al margen de la ley.

Pedro Sánchez está a diez minutos de declarar sin ambages que ha llegado un nuevo régimen al margen de la ley.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se dirige a la oposición en el Congreso. | Cordon Press

La opinión pública se ha acostumbrado a las chistorras. Con ayuda de la inteligencia artificial aquellos rudimentarios memes de antes se han convertido en vídeos profesionales que hace menos de diez años habrían ido directos al juzgado y a todas las portadas y telediarios del mundo.

Ya no hace falta imaginarse a José Luis Ábalos en acción, nos lo envían por whatsapp y lo cierto es que apenas se distingue el truco. Es verdad que la realidad superará siempre a la ficción, pero entre tanto dato cierto y las recreaciones ficticia el cerebro termina relajándose y la indignación se congela en esa consigna a coro que ya cierra sesiones de discotecas, fiestas patronales y hasta corridas de toros… Cinco palabras que terminan en rima con fruta. Y luego, las encuestas. Y ya veremos para cuándo las urnas. Eterno consuelo.

Incomprensiblemente, José Luis Ábalos no entró en prisión y Santos Cerdán se quedó sin conversación. Tampoco le cayó la medida preventiva a Koldo, "el último aizkolari socialista", según su mentor, Pedro Sánchez. Pero ¿habría cambiado algo en caso contrario? ¿Estarían hoy las calles tapizadas de protesta popular si el ministro torrentero estuviera en el trullo, vestido a rayas horizontales, agarrando los barrotes y bailando un palillo en la comisura de los labios?

Quede claro que nada de lo sucedido significa que el trío, y otros más, se librará de la prisión. Es su destino más probable y así lo ha dejado caer el Tribunal Supremo y lo avala el sentido común. Pero más tarde. Lo que se han sacudido de encima es una medida cautelar de prisión preventiva que trata de impedir una fuga, la destrucción de pruebas, el alzamiento de bienes y otras obstrucciones a la Justicia que no se pueden urdir estando en la cárcel. Y eso es también tiempo para Pedro Sánchez, al que le cunden los minutos como semanas y los meses como décadas. La ausencia de cautelares es el oxígeno providencial que detiene el último paso hacia la muerte. La tiene delante pero nunca acaba de tocarle el hombro. Políticamente, claro.

Si alguien se hubiera quedado con ganas de ver a los albóndigas de Ferraz hasta con grillete y bola en el tobillo no tardará en encontrarlo gracias a una IA gratuita. El problema es que es tanta la corrupción que ya no hay margen de escándalo y empieza a ganar la apuesta de que al final todos los políticos son iguales. Tremendísima injusticia que siempre beneficia a la izquierda por más que se coree la rima de las cinco palabras.

Dice el magistrado del Tribunal Supremo Leopoldo Puente que conviene reflexionar sobre la idoneidad de que Ábalos siga siendo diputado dada la carga probatoria criminal que le acompaña. Pues era bien fácil. Cárcel. El "estupor" bien vale la cautela de no seguir alimentando la alarma social. A un diputado nadie, salvo la prisión, le puede impedir su función porque es su acta procede de una elección popular y la soberanía, dicen, está en el pueblo.

Pero de nuevo: ¿habría cambiado algo la cárcel? ¿abocaría a elecciones? Con Sánchez, no. Porque Sánchez está a diez minutos de declarar sin ambages que ha llegado un nuevo régimen al margen de la ley. Sin embargo, el juez, éste o el que llegue en cada caso, también podría plantear la reflexión de si esta normalización del crimen nos conduce irremediablemente a la esclerosis social ante el delito, a la ausencia indolente de justicia y, por tanto, a dejar pasar un golpe que empezó en 2017 en Cataluña y que ya ha desarrollado estructuras centrales que están a punto de consolidarse. Sirvan de ejemplo la Fiscalía general del Estado o el Tribunal Constitucional, más bien Constituyente por decreto.

¿Y la oposición qué opina de esto?

PP y Vox ni se miran ni se aplauden. Apenas se soportan. Y lo malo es que lo hacen porque se imaginan llevándose mal pero en el poder y con Pedro Sánchez airadamente defenestrado. No es que Félix Tezanos vaya a tener razón (lo suyo debería ser tipificado como malversación de fondos públicos) pero de todos es conocida la habilidad del PSOE (y la torpeza del PP para evitarlo) para hacer de la necesidad virtud presentando al bloque del centro derecha como el mejor activo para que el PSOE siga en La Moncloa.

Es tan fácil como avivar las torpezas de esos partidos con el manido esquema de acción-reacción-represión llevado al terreno de la propaganda. Encienden a Vox, a sabiendas de la escasa mecha que exhiben y los de Abascal la emprenden de inmediato contra el PP por ser "lo mismo que el PSOE". Si los de Feijóo suben o igualan la apuesta, el PSOE ya tiene en bandeja la "radicalización del PP" y que viene Franco con el equipo titular. Si el PP se arredra, Vox sube en las encuestas y quizá también en el mundo real. La campaña del miedo queda servida con un par de vídeos del "mundo (a sueldo) de la cultura" y varias pagas extras al Comando de la Espantosa y sus subcontratas.

El perverso esquema no es tan complicado de simplificar si en Génova tuvieran claro de dónde procede Vox: de los vacíos del PP. La reacción fue necesaria al principio, exagerada a veces y populista últimamente. Pero Vox surgió de aquellos abandonos. Con cubrirlos, como antes, sería más que suficiente. No hay que imitar ni subir envites. Les bastaría con volver naturalmente al liberalismo de antaño que colmaba también a conservadores y democristianos. Y non plus ultra, porque fuera de esos límites ya se topa uno con el propio PSOE o con las falanges diversas y no se puede ni se debe contentar a todos.

Ahora creen tener partido muchos de los que antes no votaban o lo hacían por formaciones radicales insignificantes. Pero una importantísima parte de Vox vuelve la vista hacia el PP cada vez que hablan Ayuso y Cayetana, casi todas las veces que lo hace Tellado y muchas de las que lo hace Feijóo, sobre todo si tiene al felón delante.

Al día siguiente, si en maitines se tuerce algún morro, el charrán se espanta y los hijos pródigos que parecían convencidos del regreso se paran en seco antes de picar la puerta... y vuelven a Vox, ya sea por un discurso convincente o por una mirada al horizonte en ardiente puesta de sol que mitiga la ausencia de pulso en la casa del padre. Y si a algún ex se le ocurriera decir que lo lógico (urgente y necesario) sería unirse o al menos entenderse y coordinarse para que a la base social de la derecha le suenen a victoria los cánticos de cinco palabras que cierran fiestas en toda España… le afearán las formas, las oportunísimas malas compañías y hasta le buscarán alguna cosquilla por presunta deslealtad. La derecha no tiene remedio. La izquierda bien lo sabe y gracias a ello sobrevive.

Por eso zarpó la Flotilla del Aborto y por eso está en el muelle con la tripulación en orden de revista la Flotilla de la Dana, con esteladas, ikurriñas y demás velamen revolucionario. Toda embarcación es poca para evitar el naufragio del sanchismo que, sin duda, zozobra. Nada nuevo, por cierto, si hacemos el esfuerzo de no olvidar el No a la Guerra, el Prestige y la clave de bóveda de nuestros males: los tres días de marzo del infausto 11-M. Lo dijo el sabio Gabriel Moris en esta casa: No olvidar lo inolvidable. ¡Cuánta razón!

El presidente tiende a confesar su agenda autoritaria cuando aprieta la adversidad. Ya dijo que seguiría gobernando sin el concurso del Parlamento en caso de ser necesario. También soltó, con vocación de coartada, que alguna vez se ha llevado algún sobre, que dicho en barcelonés de Ángels son "liquidaciones de gastos en metálico". Y fue todavía más claro cuando reconoció que no quería convocar elecciones porque no podía dejar España "en manos del señor Feijóo y Abascal (…) Sería una tremenda irresponsabilidad". Es decir, que a Pedro Sánchez le estorba la democracia.

Faltan muchos episodios por llegar, personajes que todavía gozan del aplauso socialista como Ángel Víctor Torres, detalles escabrosos sobre corrupciones ya conocidas y quizá nuevos frentes allende los mares, amén del desenlace sobre los negocios de Begoña Gómez. La capacidad de asombro está a punto de colapsar y ni siquiera un escandaloso desfile a prisión puede augurar un adelanto electoral.

Pero si llegara… ¿dónde está la oposición? ¿Esperando a que las chistorras se traduzcan directamente en la derrota electoral de Sánchez y su salida de La Moncloa? Es aquí cuando se oyen desde Groenlandia las histriónicas y cavernosas carcajadas del presidente que quiere ser jefe del Estado.

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