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Un paréntesis aburrido en la ceremonia del odio

'Memoria en escena' se enmarca en la iniciativa del Gobierno que nos ha costado a los paisanos 20,4 millones de euros para conmemorar el Año Franco.

'Memoria en escena' se enmarca en la iniciativa del Gobierno que nos ha costado a los paisanos 20,4 millones de euros para conmemorar el Año Franco.
Equilibrista en un momento de la representación de la obra documental 'Memoria en escena'. | EFE

Los lacayos mediáticos del Gobierno declararon este jueves, 20N, como enemigos del pueblo a Manuel Marchena, Carmen Lamela, Andrés Martínez Arrieta, Juan Ramón Berdugo y Antonio del Moral, o sea, al quinteto judicial del Tribunal Supremo que ha votado a favor de condenar a Álvaro García Ortiz, todavía fiscal general del Estado, por revelación de secretos. Las televisiones, a la manera de los Dos Minutos de Odio de 1984, pero en formato king size, vertieron sin parar, durante horas, litros de ácido sulfúrico sobre los citados magistrados. Los tertulianos y los conductores de algunos programas hablaron de "golpismo", como la señora del Ana Rosa de Canal Red. Un diputado regional de Más Madrid, Hugo Martínez Abarca, llamó a la movilización: "A la calle en defensa de la democracia. Estamos tardando". El Ejecutivo estuvo a punto de admitir que Vizcaíno Casas tenía razón: Franco resucitó, solo que al medio siglo, no al tercer año. Según Mónica García, la sentencia "deja a los pies de los caballos a toda la ciudadanía frente al Estado de derecho", y Pedro Sánchez, durante la presentación de una serie sobre el 23F, aseguraba: "Vamos a defender la soberanía popular frente a aquellos que se creen con la prerrogativa de tutelarla".

El otro día, Manuel García-Castellón me decía sobre el juez Peinado: "A este señor, al que le están insultando por todos los lados, cualquier día un exaltado le puede pegar una bofetada en la calle. ¿Quién le protege?". Yo, en el lugar de Marchena y cía, no saldría en un par de días de casa. Hombre precavido, etcétera.

Mientras TVE discurría sobre un supuesto franquismo judicial y abogaba por, sin cortarse, rematar la bolivarización del país, me planté en el Congreso, donde a eso de las seis y media se representó la "obra documental" Memoria en escena, con la que, según la nota de prensa, "se conmemora el inicio de la democracia". Justo ahora que, en efecto, agoniza en la Unidad de Cuidados Paliativos.

Memoria en escena se enmarca en "España en Libertad. 50 años", la iniciativa del Gobierno que nos ha costado a los paisanos 20,4 millones de euros para conmemorar el desnatado Año Franco. En la representación participaron cinco actores, una cantante, una pianista y una equilibrista. Desconozco sus honorarios. Recordemos que Máximo Pradera se levantó 4.500 pavos por destrozar una canción en uno de estos saraos. Tonto el último.

La función fue, sobre todo, un peñazo anodino. Fernando Guillén Cuervo interpretó un discurso de Tierno Galván; José Manuel Seda, uno de Suárez; Cuca Escribano, uno de Soledad Becerril, y así, hasta cinco. La cantante Vera Herrero abrió y cerró el acto con, respectivamente, "Para la libertad" y "España camisa blanca de mi esperanza". En medio, más o menos, la pianista y la acróbata derrocharon sensiblería y esnobismo recitando las definiciones de "equilibrio", "tensión", "conceder" y "concesión". La segunda contó que una de sus abuelas, tal día como este jueves, pero hace medio siglo, rompió a llorar porque conoció la cárcel y porque los franquistas mataron a su padre –al de la abuela, no al de la muchacha, se entiende–. Mientras, Arcadi Espada, desde una de las tribunas de invitados, se revolvía con aspavientos.

La joven no le llegó a oír, claro.

Este 20N se ha materializado un oxímoron curioso: mientras Gonzalo Miró y demás marcas blancas venían a decir que Franco es el poder judicial, o sea, la tercera pata de la democracia, en el Congreso se rememoraba la "generosidad regional", la "libertad", la "esperanza" y la "igualdad ante la ley", conceptos que otrora se invocaban con vigor y que, mientras escribo, tosen sangre. También se mencionó, ojo, la "realidad plurinacional" de España, una "nación de naciones" –el actor Antonio Gil hizo de Miquel Roca–. Espectáculo, o como se diga, ligeramente tendencioso –no se mentó a Fraga, sí a presuntos "torturadores" de la Cámara Baja–, vale, pero que, comparado con el programa de Cintora, pasaba por diputado de Fuerza Nueva.

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