Colabora
Juan Pablo Polvorinos

La nueva normalidad

Con Sánchez lo que era escandaloso se vuelve paisaje; lo que era inadmisible, rutina. El político que prospera en este clima no necesita justificar sus actos, solo sobrevivirlos.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE/ Mariscal | EFE

Probablemente el mayor logro de Pedro Sánchez durante sus casi ocho años de gobierno ha sido normalizar todo aquello que hasta su llegada era considerado una escandalosa anomalía. Ha conseguido erosionar, hasta casi hacer desaparecer nuestra capacidad de asombro anestesiando a base de escándalos los límites éticos de gran parte de la sociedad. Como el sobresalto es constante, la ciudadanía, agotada y resignada se acostumbra.

Cada nuevo episodio, que en otro tiempo habría supuesto un terremoto moral, se convierte en una simple vibración del suelo: molesta, sí, pero ya prevista. Y esa previsión es su mayor triunfo. El truco consiste en inundar el espacio público con tanto ruido que la anomalía deja de parecer excepcional. Así, lo que era escandaloso se vuelve paisaje; lo que era inadmisible, rutina. El político que prospera en este clima no necesita justificar sus actos, solo sobrevivirlos. Basta con esperar a que el ciclo informativo pase, a que la atención se disperse y a que el umbral de tolerancia suba un peldaño más.

Es la normal anomalía que se ha instalado en nuestras vidas cuyo rasgo más inquietante es que ya cuesta distinguir cual era la norma original donde se situaban los estándares de nuestra democracia que han cambiado para siempre.

Todo esto es normal. Lo que NO es normal es que haya pasado todo esto y que al mismo tiempo no haya pasado nada.

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario