La cuestión no es menor, por lo que se juega la humanidad, sobre todo parte de ella, aunque, si sólo fuera así, recordemos las palabras de Cristo, cuando los escribas y fariseos, mostrándole a una mujer sorprendida en adulterio, le preguntan su opinión sobre el cumplimiento de la ley de Moisés, que ordena apedrearla; Él simplemente dijo: "Quien de vosotros esté sin pecado, sea el primero en apedrearla" (San Juan, 8, 3-7).
Ya entonces, los escribas y fariseos y el pueblo como tal, se consideraba autorizado a castigar, en este caso a la mujer adúltera, en virtud de la aplicación de la ley de Moisés, sin entrar en los hechos, que se daban por probados, aunque con poca solvencia, por lo que, después de lo dicho por Cristo, todos marcharon sin tirar la primera piedra.
Desde el siglo XVIII, hay razones para pensar que las cosas están mejor definidas, y que acceder al barón de Montesquieu, o simplemente un recuerdo a quien supo de Ciencia Política, podría ser el camino para aclarar ideas en el siglo XXI, a quienes las tienen confusas.
Pero la verdad es que no parece que nadie – menos aún del gobierno de Sánchez, ocupado en vapulear a los jueces – esté dispuesto a desenterrar a Montesquieu y refrescar sus conceptos, que calaron en la doctrina constitucional, aunque ahora parece que puedan ponerse en duda.
Dice Montesquieu que en cada Estado existen tres clases de poderes, que con terminología actualizada son: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. En virtud del primero se promulgan, enmiendan o derogan leyes; por el segundo, se hace la paz o la guerra, se envían o reciben embajadas, se establece la seguridad pública y se previenen las invasiones; el tercero, castiga a los criminales, o se dirimen las disputas que surgen entre los particulares.
Lo dicho pretende ser una versión actualizada de la terminología usada por el propio autor, en su obra "De L'Esprit des Lois" (Ginebra – Barrillot & Fils, 1748). Hay una traducción española 'El espíritu de las leyes', de Ediciones Brontes S. L. de 2012. En ella, pretende dar pautas para un buen gobierno, estableciendo las cautelas necesarias para ello.
Así, dice: "cuando en la misma persona o… cuerpo de magistratura, la potestad legislativa y la potestad ejecutiva están reunidas, no puede haber libertad; porque se pueden… hacer leyes tiránicas, para ejecutarlas tiránicamente".
Tampoco "…hay libertad, si la potestad de juzgar no está separada de la potestad legislativa y de la ejecutiva. Si estuviese unida a la potestad legislativa, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario".
Para concluir que "Todo estaría perdido, cuando el mismo hombre, o el mismo cuerpo… nobles o… pueblo, ejerza esos tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas, y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre los particulares". [Ver, para estos textos, "El espíritu de las Leyes", Libro XI, 4-5].
¿Podemos recordar estos textos, de casi tres siglos, cuando España pretende vapulear a los jueces? ¡Con razón, nadie parece querer recordar a Montesquieu!

