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Las peores personas que has conocido

Las vidas de cientos de niñas en manos de terroristas musulmanes son irrelevantes cuando se trata de odiar.

Las vidas de cientos de niñas en manos de terroristas musulmanes son irrelevantes cuando se trata de odiar.
Pablo Iglesias e Irene Montero se besan en un acto de campaña electoral. | Europa Press

Trescientos niños y niñas católicos permanecían secuestrados a manos de un grupo terrorista exactamente al mismo tiempo que Irene Montero, feminista profesional, le hacía un escrache a Wilfred Chikpa Anagbem, obispo católico de la diócesis nigeriana de Makurdi. Cuatro días antes, otras veinticinco niñas cristianas habían sido raptadas en otro punto del país. El obispo había ido al Parlamento Europeo a hablar de la persecución que sufren los cristianos en Nigeria. Irene Montero había ido a impedírselo. Las vidas de cientos de niñas en manos de terroristas musulmanes son irrelevantes cuando se trata de odiar.

Es discutible que haya en marcha un genocidio contra los cristianos del norte de Nigeria, aunque los siete mil asesinados en lo que va de año que denuncian algunas ONG sobre el terreno son bastantes más que los que Hamás se había inventado cuando alguien creó la página "Gaza genocide" en la Wikipedia. Irene Montero y el resto de partidarios de los asesinatos de judíos no tuvieron demasiado problema en agitar la bandera de la teocracia islamista de Hamás pese a que el trato que los terroristas palestinos dispensan a sus mujeres es en el mejor de los casos el reservado a un jarrón o una mascota, pero un obispo católico es demasiado. La diferencia entre Palestina y Nigeria no es meramente una cuestión política: la ex ministra podría simplemente haber evitado cualquier referencia al tema, igual que procura no hablar de la dictadura rusa salvo para exigir vagamente la rendición de Ucrania. Se trata de pura y simple maldad. Irene Montero es una mala persona, como también lo es el padre de sus hijos.

Prácticamente nadie está en política por idealismo; es como ir a un burdel a recibir abrazos o a un McDonald's a cenar una ensalada. Pero incluso en el cenagal de egolatría, ambición, codicia e intereses que es la política hay maneras y maneras de hacer las cosas. Irene Montero es una persona que aprovecha su poder para aplastar a aquellos que no pueden defenderse. Lo hizo con Esther Argerich, una casera de Barcelona a la que señaló públicamente por subir 300 euros el alquiler de un piso de lujo a una militante del Podemos, y que sufrió acoso y escraches durante meses por culpa del autodenominado Sindicato de Inquilinos. Lo hizo también con la revista de una asociación judicial, que había publicado un poema satírico burlándose de ella, y que tuvo que pasar años de calvario judicial defendiéndose de la entonces ministra de igualdad. Lawfare, lo llaman. Y desde luego que también lo hizo con Rafael Marcos, ex marido de María Sevilla, una enajenada mental de primera categoría que por puro odio secuestró a su hijo para impedir que pudiera ver a su padre. En un acto público le llamó maltratador delante de toda España, pese a que todas las denuncias de la zumbada de su ex mujer habían acabado en la papelera. Cuando la justicia la puso en su sitio entonces empezaron las pataletas y los lloriqueos. Porque como todas las malas personas, Irene Montero se siente víctima cuando la gente de la que abusa despiadadamente se revuelve. Qué se habrán creído, estos campesinos.

Decía Pablo Iglesias esta semana que la actual TVE es el producto de no pactar nada con la derecha y sí hacerlo con ETA y el golpismo catalán, y que si el CGPJ hubiera sido escogido igual, el delincuente García Ortiz no habría tenido problemas con la justicia. No hay una sola palabra en esa frase que no sea verdad, pero lo que a la gente con sensibilidad democrática le horroriza, al Hervey Weinstein de Somosaguas le regocija. Hay una diferencia entre Sánchez e Iglesias: ninguno de los dos tiene escrúpulos y no dudarían un solo instante en venderle el país a Boko Haram, pero Sánchez sólo lo hace por el poder, el fin que justifica todos los medios. Sánchez está dispuesto a destruir España para que no se note que es un acomplejado, pero Iglesias disfrutaría haciéndolo. Sánchez es el mal como medio para mantener el poder, Iglesias, y la madre de sus hijos, son el poder como medio para hacer el mal.

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