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Ábalos, pólvora mojada contra Sánchez

La propaganda socialista, el relato, ha conseguido generalizar la impresión de que el bueno de Ábalos no es más que un pícaro simpático.

La propaganda socialista, el relato, ha conseguido generalizar la impresión de que el bueno de Ábalos no es más que un pícaro simpático.
El exministro José Luis Abalos a su llegada al Tribunal Supremo. | Europa Press

No tiene pinta de que a Pedro Sánchez se le vaya a caer la cara de vergüenza por la corrupción. Está más cerca de sacar pecho que de pedir perdón y convocar elecciones. La corrupción en todas sus formas y variantes no penaliza a la izquierda. Ahí está el caso del compañero Martiño, el tipo que violó a una niña a la que daba clases de música. Que lo han detenido en Cuba pero que no saben cuándo lo extraditarán. O si lo extraditarán. Ay, Martiño, uno de los fundadores de "En Marea" con la compañera Yolanda. Yolanda Díaz, la vicepresidenta del Gobierno. ¿Alguien le ha pedido explicaciones a la señora ministra? Pues eso. Imagínense que el tal Martiño hubiera sido de los fundadores de Vox. O conocido de Mazón.

Lo mismo sucede en el caso de la corrupción económica. Ningún Gobierno socialista ha caído por amañar contratos, cobrar comisiones, evadir capitales, defraudar al fisco y gastarse el botín en cariñosas, rayas y percebes. En cambio, a la derecha no se le tolera la más mínima desviación de la moral pública y tampoco de la privada. Todo esto y más se acaba de confirmar en el caso del condenado fiscal general, a quien la mayor parte de la prensa vende como víctima de Díaz Ayuso en vez de Pedro Sánchez, que fue el que le nombró, y de sí mismo. De primero de Derecho. El fin no justifica los medios, el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Que haya que decírselo a un fiscal...

La propaganda socialista, el relato, ha conseguido generalizar la impresión de que el bueno de Ábalos no es más que un pícaro simpático con una capacidad asombrosa para parecer un político normal y convencer a Pedro Sánchez de su excelencia profesional y su bondad personal. Un farsante, como Santos Cerdán, otro que parecía que llevaba una vida socialista mientras su señora reventaba los datáfonos de los más famosos almacenes. En fin, que Sánchez es algo así como la víctima de unos artistas del disfraz y del engaño. No le afecta nada, ni las saunas de la familia ni el pitufeo en la financiación de sus primarias. Cualquier forma de indecencia tiene cabida en sus tragaderas.

Son las crisis económicas las que apartan a los socialistas del poder, que ejercen como si fuera suyo en virtud de alguna especie de reparación por el pasado que ellos mismos se han inventado con esa animalada de la memoria histórica. Ni siquiera desastres como la gestión de la pandemia les pasan factura. En cambio, son capaces de convencer a gran parte de la población de que todos los muertos de la gota fría de Valencia son culpa de que un hombre como Mazón no estuviera en su sitio. Como si la presencia de Mazón en el centro de emergencias hubiera podido infundir a bomberos, policías, sanitarios, meteorólogos e ingenieros el valor y el acierto suficiente como para tomar las decisiones adecuadas en tiempo y forma. La efectividad de la propaganda socialista es de tal calibre que hay familiares de los muertos a los que les consuela culpar de su desgracia a un político del PP.

Parece que a Sánchez se le haya comido la lengua un gato tras el ingreso en prisión de Ábalos y Koldo García, pero su silencio al respecto sólo es indiciario de que urde alguna treta para caer otra vez de pie mientras sus pregoneros manipulan y maquillan las cifras de la inflación y el desempleo. La subida del sueldo a los funcionarios es sólo un ejemplo de lo que es capaz Sánchez mientras su entorno ingresa en prisión, los salarios se estancan y la inflación asciende a máximos inéditos en este siglo. El Gobierno replica que nunca ha habido más beneficiarios de la renta mínima o ingreso vital. Y le funciona.

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