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El desastre socialista con la peste porcina

Esta crisis pone de manifiesto la alta peligrosidad de las políticas de la izquierda en relación a la naturaleza.

El modelo de gestión socialista ha quedado retratado con el brote de peste porcina en Cataluña. Una semana ha tardado en regresar de México el presidente de la Generalidad y líder de los socialistas catalanes, Salvador Illa. La peste porcina se ha cobrado ya despidos, desplome del precio de la carne de cerdo, el veto a las exportaciones y una creciente alarma ante la inoperancia del Gobierno de Pedro Sánchez y el Govern de Salvador Illa.

Valga como ejemplo de ello que siete días después de la aparición de los dos primeros casos de peste porcina africana en jabalíes de la sierra de Collserola, el patio trasero de la capital catalana, todavía no ha sido sacrificado ningún jabalí. Los agentes rurales de la Generalidad alegan que deben esperar la autorización de la Unión Europea, que ha desmentido rotundamente esa excusa y ha urgido a las autoridades españolas a tomar las riendas de la crisis de una vez por todas.

Que Salvador Illa no considerara urgente regresar a España tras varios días en México posando para la prensa en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (donde no explicó precisamente su política lingüística de marginación del español) es una prueba de su incompetencia, cosa de la que ya se tenía trágica noticia desde el estallido de la pandemia de coronavirus. Suerte tiene Illa de ser socialista porque si el protagonista político de la peste porcina fuera un presidente autonómico del PP el ruido, la bronca y la crispación serían enormes.

A diferencia de lo ocurrido con la gota fría en Valencia, el Ejército ha sido autorizado a actuar con suma celeridad, lo que contrasta con la pasividad gubernativa ante una tragedia que se cobró 230 víctimas en Valencia y siete más en Castilla-La Mancha y Andalucía. Una de las grandes sentencias de Pedro Sánchez, aquel "si quieren ayuda, que la pidan", no ha sido menester en el caso de Cataluña, tal vez porque la Generalidad catalana, a diferencia de la valenciana, es socialista.

Pero más allá de enviar a la Unidad Militar de Emergencias (UME) a pastorear jabalíes, el Gobierno no ha hecho absolutamente nada a pesar de que están en juego miles de puestos de trabajo y miles de millones de euros. Ni siquiera se plantea acabar con la plaga de los jabalíes, en la línea ecologista de destruir los pantanos, sembrar los campos de placas solares y molinos y dejar que la maleza se adueñe de los ribazos. El ministro de Agricultura mira para otro lado mientras el consejero del ramo se pasea por los medios para decir que Salvador Illa es el mayor experto en crisis sanitarias de España y que le asesora y le indica lo que tiene que hacer por teléfono. Por excusas menos torpes Carlos Mazón se ha convertido en la piñata de España.

Esta crisis pone de manifiesto la alta peligrosidad de las políticas de la izquierda en relación a la naturaleza, los efectos de las insensateces ecologistas, los perjuicios del animalismo y las consecuencias de la dejadez en campos y bosques. Lo único que plantean las administraciones socialistas al respecto son más normas, más leyes y más multas contra ganaderos y agricultores mientras se da rienda suelta a toda clase de plagas.

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