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La descomposición acelerada del sanchismo

Los insultos a la inteligencia de sus votantes son un problema interno que los socialistas deberán resolver algún día.

La creciente oleada de denuncias de acoso sexual en el seno del PSOE y la manera en que los responsables socialistas, en no pocos casos mujeres, trataron de neutralizarlas amedrentando a las víctimas es otro escándalo mayúsculo que sacude los cimientos del proyecto sanchista. El goteo incesante de dimisiones por este motivo y los nuevos casos que salen diariamente a la luz revelan la brutal hipocresía de un partido, que promovía campañas para convertir a todos los hombres en maltratadores mientras protegía a los abusadores sexuales que, estos sí, actuaban con total impunidad en su seno.

Lo hicieron con Francisco Salazar, colaborador de la máxima confianza de Pedro Sánchez en su asalto a las primarias socialistas y su hombre fuerte en La Moncloa, en cuyos pasillos y despachos acosaba a las compañeras de trabajo con total impunidad. Con este ambiente laboral en la cúpula socialista, donde el abuso de poder para obtener favores sexuales estaba a la orden del día, no cabe extrañarse de la enormidad de los casos que vamos conociendo en los escalones inferiores del socialismo, cuyos protagonistas actuaban compitiendo en zafiedad con la banda del Peugeot.

Pedro Sánchez hizo del feminismo una de las principales banderas de la legislatura y definió a su Gobierno como el más feminista de la historia, ajeno al sarcasmo que suponen esas palabras en un personaje vinculado políticamente con el mundo de los prostíbulos y cuyos colaboradores más estrechos eran, como hemos sabido, grandes frecuentadores de ese ambiente. Aún ayer, en un mitin de la campaña de las elecciones de Extremadura, el presidente volvía a blasonar de haber hecho del PSOE la avanzadilla de los derechos de las mujeres y un valladar inexpugnable para las conductas machistas, dos afirmaciones que deberían sonrojar a cualquier socialista con un mínimo de sentido del pudor.

Las denuncias de acoso a dirigentes del PSOE se suceden en una semana en que las investigaciones judiciales por la corrupción socialista han llegado a las sedes de los ministerios de Hacienda y Transición Ecológica, donde los agentes de la UCO han recabado numerosos expedientes de contratos que habrían sido amañados a cambio de comisiones a cargo de una trama cada vez más extendida. Las sospechas de que este tipo de conductas habrían llegado a la cúpula de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales, cuya influencia en los grandes asuntos económicos del Estado se cifra en decenas de miles de millones de euros, sitúa al Gobierno sanchista ante la perspectiva de un nuevo estallido de corrupción que podría alcanzar proporciones colosales.

Esto es lo que está dando de sí el Gobierno más combativo con la corrupción y el machismo de nuestra historia, según sigue diciendo Pedro Sánchez con el desparpajo al que el personaje nos tiene acostumbrados. Pero los insultos a la inteligencia de sus votantes son un problema interno que los socialistas deberán resolver algún día, si es que es esa su intención. Lo que cabe constatar, mientras tanto, es que el sanchismo se está derrumbando a ojos vista. No por casualidad, algunos de sus más aguerridos palafreneros mediáticos ya han comenzado a abandonar el barco.

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