
Hay veces que me veo obligado de nuevo a mirar, justo al despertarme, el resultado del partido del Atlético de Madrid del día anterior. Tengo que revisarlo porque aún sabiendo que ha ganado tengo que echarle un ojo de nuevo al marcador porque recibo señales contradictorias. Me salen caras y análisis en tertulias y redes sociales y no sé chico, parece que ha perdido. Entonces lo miro y veo: Atlético Baleares 2 Atlético de Madrid 3. Y para mis adentros pienso: "Salvo que hayan cambiado las normas, el Atlético pasó". Y así me quedo más tranquilo.
Hoy también he tenido que revisar el resultado del Talavera-Real Madrid porque siendo el mismo que el del Atlético, 2-3, incluyendo un 0-2, un 1-2, el 1-3 de Mbappé y el 2-3 final, no sé chico, que me parece también que son dos partidos totalmente diferentes. Lo digo porque en algunos titulares veo que la victoria blanca se "sostuvo" por varios jugadores en modo elogio y en el caso de los rojiblancos leo "sustos", "sofocos", "miedos"... De verdad que no sé si me equivoco, creo que no, pero yo juraría que cuando un partido acaba 2-3 y durante el mismo el tanteo es 0-1, 0-2, 1-2, 1-3 y 2-3... creo que es igual, ¿no? En fin, serán cosas mías.
Respecto al partido de los colchoneros, primera parte con la intensidad adecuada del Atlético de Madrid que tras perder por lesión a Lenglet no pudo cerrar la victoria por el eterno juego de la ruleta rusa con Nahuel Molina. Igual que disparas y te sale el centro del 0-2 de Raspadori, pegas otro tiro y te regala la primera ocasión del encuentro para los baleares y el córner que genera el 1-2. Así es la ruleta rusa de Nahuel. De seis opciones, una te cuesta la vida y empiezo a pensar que en este juego en concreto se mete en el tambor más de una bala. Solo hay que fijarse por dónde atacó el Baleares todo el partido. Por la derecha. ¿Quién juega ahí? Pues eso.
La realidad del partido es que el Atlético salió a ganarlo con la intensidad necesaria de todo el equipo y las dos ocasiones rivales de la primera parte, que cuestan dejar todo en el aire, son por errores infantiles de... Molina. Y en la segunda parte ya con un Baleares crecido porque se veía dentro del choque, el Atlético se sostiene con Musso, marca el 1-3 del bigoleador Griezmann y vuelve a pasarlo mal porque se regalan dos penaltis que nacen, oh sorpresa, tras jugadas iniciadas por la banda de... Molina.
Así es este Atlético. Por eso hay mentiras que yo no me creeré jamás. Partidos como el de ayer demuestran que la plantilla del Atlético tiene serias carencias. Ni de broma es la mejor plantilla de la historia del conjunto rojiblanco. Ni esta ni la de la pasada temporada. Hay 13 o 14 muy buenos y luego mucho parche. Vender un plantillón es engañar a la gente y por cierto, no se pueden sostener en el tiempo partidos como el que hizo ayer Almada o los minutos que jugó Nico González. Sí, sé que es año de Mundial, pero que solo Giuliano Simeone esté con la flechita para arriba empieza ya a mosquearme bastante. Él y Musso, porque Almada no aparece, Nico se ha diluido y Julián atraviesa su peor momento como rojiblanco. De Nahuel ni hablamos. Ya pasó en 2022 hasta diciembre. Esperemos que no se repita.
Más allá de algunos jugadores que decepcionaron, me quedo con Musso, Raspadori, Hancko y Griezmann. Los mejores y los que más se tomaron en serio el partido. El resto, regular, mal o muy mal y eso hace ver que el plan B del Atlético es, de momento, el plan parche. Ahora bien, como he dicho al inicio, el Atlético está clasificado. No perdió. Ganó. Y eso no será tan fácil cuando muchos equipos han sucumbido a esta ronda copera. El Villarreal es el mejor ejemplo.
Mi conclusión es que tampoco hay que sobre analizar un partido de primera ronda de Copa. Se ha pasado y es lo más importante, sin embargo, la moraleja eterna que nos dejan partidos así es que jugando al fútbol el Atlético no pasa apuros. Jugando a la ruleta rusa, sí. Basta ya de meter balas de más al tambor o acabará con otro suicido deportivo.
