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Adrián Dupuy

El fin de la Iglesia

Si lo bajamos todo a las matemáticas, la estadística y la ciencia, y si los mandos de la Iglesia deciden cerrar los templos y las celebraciones litúrgicas, la Iglesia se acaba, porque para qué.

Si lo bajamos todo a las matemáticas, la estadística y la ciencia, y si los mandos de la Iglesia deciden cerrar los templos y las celebraciones litúrgicas, la Iglesia se acaba, porque para qué.
Catedral de Sigüenza | David Alonso Rincón

"El martes bajamos todos a tierra en camisa y a pie descalzo, con un cirio en la mano, para visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y la de Santa María la Antigua, como lo habíamos prometido hacer en los momentos de angustia". Es de la crónica de Antonio Pigafetta y narra lo que hicieron los tripulantes de la nao Victoria nada más terminar la primera vuelta al mundo. Lo citaba en mi anterior artículo y me vale para empezar este.

Porque en momentos de angustia los hombres necesitamos el consuelo de la fe y de la Iglesia, las imágenes de Jesucristo y de la Virgen María, de los Santos, el silencio, el recogimiento de los templos y la solemnidad de la liturgia… Todo eso sirve para encontrar, para tratar de encontrar, ese consuelo, cada vez más difícil, vistos los renglones torcidos de Dios.

La decisión de los obispos de cerrar los templos me ha dejado patidifuso. Es una pena que la Iglesia esté en manos de gente tan torpe (no quiero pensar que sea mala)… pero debe de ser otra pandemia, que en el Gobierno tenemos a Sánchez.

Si lo bajamos todo a las matemáticas, la estadística y la ciencia, y si los mandos de la Iglesia deciden cerrar los templos y las celebraciones litúrgicas, la Iglesia se acaba, porque para qué. Es así de triste. Lo grave del caso es que ni siquiera el real decreto que declaraba el estado de alarma imponía el cierre de los templos, y en su artículo 11 dispone que

la asistencia a los lugares de culto y a las ceremonias civiles y religiosas, incluidas las fúnebres, se condicionan a la adopción de medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas, en función de las dimensiones y características de los lugares, de tal manera que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de, al menos, un metro.

Aquí los obispos se han envalentonado y han sido más papistas que el papa… y no puedo encontrar más explicación que la absoluta torpeza o –lo que es más grave– la absoluta falta de fe… Pero, entonces, ¿para qué están ahí?, ¿por qué pastorean a su rebaño? Casi parece que nos prefieran vivos y ateos. Mi párroco, con sacrificio personal, había decidido duplicar las misas para repartir el aforo y respetar las distancias. No le han dejado y no lo entiende.

La sociedad civil –la Asociación Cristianos en Democracia– ha reaccionado y promovido una bonita campaña bajo el título La Iglesia no cierra nunca, sólo cierran algunos templos. Y, entre otras cosas, nos dice:

sin ánimo de parecer insurrectos con las órdenes establecidas por las autoridades civiles, si los panaderos, los supermercados y hasta los bancos son capaces de organizarse y establecer medidas organizativas extraordinarias para poder seguir dando ‘servicio’, ¿cómo vamos nosotros a abandonar esa misión? ¿Cómo no dar ejemplo para poder seguir llevando el alimento al mundo? No caigamos en la tentación y recordemos siempre la respuesta de Nuestro Señor Jesucristo, pues "no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Puede faltarnos todo en esta crisis, pero no puede faltarnos Dios ni su Palabra, que a buen seguro no solo nos confortará, sino que nos ayudará a llevar adelante estas semanas pensando más en el prójimo que en nosotros mismos y con la esperanza, siempre, de saber que Dios, en todas las cosas, interviene para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designios.

Ojalá algún obispo lea este artículo, y este párrafo, que me he permitido copiar; ojalá que el Espíritu Santo les ilumine y reconsideren abrir la panadería y llevar el pan al mundo. No es tan complicado hacerlo bien.

Pero me temo que no. Con estos obispos, ¡que han elegido ser presididos por Omella el tibio!, la tripulación de Elcano no habría podido ir a rezar a la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, a dar gracias a Dios… Los habrían puesto en cuarentena, no fuera a ser que contagiaran a la población local de cualquier virus traído de Molucas. Vale.

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