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Agapito Maestre

Del Municipio a la Nación

El sistema bipartidista aguantará hasta las generales y, luego, ya veremos.

Salvo el comportamiento indolente de algunos gobernantes nacionales, creo que los peores peligros imaginados de nuestra vida política aún no se han convertido en realidades terribles. El sistema bipartidista aguantará hasta las generales y, luego, ya veremos. De entrada, la desaparición de la democracia, uno de los fantasmas más divulgados por los ideólogos y defensores del bipartidismo, está lejos de ser una realidad en España. La gente sigue creyendo en el sistema como demuestra la alta cifra de participación de los ciudadanos en el proceso electoral y, además, la ciudadanía no se asusta por los cuentos que nos cuentan de Podemos. Esta nueva fuerza política puede llegar al poder en muchos municipios y autonomías, pero no destruirá la democracia, primero, porque la ira, clave de su ideología, contra el sistema será aplacada por la socialdemocracia española, o sea, por el PSOE, que será su compañero de viaje en los próximos años; y, en segundo lugar, porque nunca puede descartarse la labor de persuasión que hará la oposición en las instituciones y, sin duda alguna, recurriendo a la labor de movilización social en la calle y los medios de comunicación.

El sistema político aún no se ha desmoronado. El suelo electoral de los partidos clásicos todavía es firme. Los resultados electorales no mienten: aparecen con fuerza dos nuevos partidos políticos y pierden apoyos importantes el PP y el PSOE. Se vislumbra un nuevo sistema de cuatro partidos políticos a escala estatal, al que es menester añadir las formaciones nacionalistas y otras minorías alentadas y favorecidas porque se trataba de elecciones territoriales. En cualquier caso, la fragmentación política que ha traído las elecciones del 24-M abre, en mi opinión, nuevas perspectivas al sistema político. Mientras que C's y Podemos se convierten en piezas claves de la gobernabilidad, el PP, al fin, parece despertar de su largo letargo invernal, y el PSOE evalúa las ventajas y peligros de suscribir pactos de alcance con Podemos.

Una pregunta, sin embargo, está en todos los ambientes y mantiene a la mayoría de la ciudadanía intranquila, casi alterada, ante la posibilidad de que las coaliciones sean un fracaso. La gran preocupación de la ciudadanía es, en efecto, si serán o no gobernables las instituciones con estos resultados electorales. Yo tiendo a ser optimista, primero, porque el sistema político ha variado profundamente, pero sus bases siguen siendo sólidas. Y, en segundo lugar, porque la vida municipal no deja mucha holgura para que los partidos políticos se escondan de sus responsabilidades de gobierno y se limiten al mero electoralismo. En otras palabras, lejos de una fragmentación del voto en múltiples partidos que haría ingobernable las instituciones, tenemos todavía un sistema político apto para formar gobiernos, o sea, se conformen por coaliciones de las minorías o por la lista más votada, los gobiernos serán estables.

Es menester que los ciudadanos pierdan el miedo ante lo que viene y, sobre todo, que no presten demasiada atención a las Casandras que nos profetizan a todas horas que se bloqueará la vida pública de los municipios y autonomías por la fragmentación de las antiguas mayorías absolutas. Al contrario, son tantas las ganas con las que llegan los ganadores que corremos el riesgo de entrar en una etapa de hiperactivismo político, o peor, podríamos asistir a una politización excesiva de las esferas de la administración de las cosas que llevaría fácilmente al desgobierno de las personas. No sobrará, pues, prudencia política, que debería ser la base de todos los pactos de gobierno, sino que asistiremos a propuestas precipitadas y con afán por llegar bien colocados a las elecciones generales. Por ahí se abre un gran riesgo, sin duda alguna, electoralista. Pero, por otro lado, quien se pase de listo utilizando torticeramente su poder en las instituciones, puede que sea castigado en las elecciones generales.

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