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Agapito Maestre

Final felipista

Su perfil psicológico recuerda el de otros líderes socialistas. No sólo el de Rodríguez Zapatero, sino también el de Felipe González.

Su perfil psicológico recuerda el de otros líderes socialistas. No sólo el de Rodríguez Zapatero, sino también el de Felipe González.
Pedro Sánchez | EFE

Los rasgos autoritarios de Sánchez son ampliamente conocidos por la mayoría de la ciudadanía. Su autoritario modo de gobernar también ha sido ampliamente estudiado por sabios periodistas y analistas políticos. El autoritarismo de este gobierno está llevando a la ruina económica, política y moral a España bajo el pretexto de que vivimos en democracia. Y, sin duda alguna, este país aún tiene rasgos democráticos: los ciudadanos van a votar, los líderes políticos de los partidos son elegidos con procedimientos más o menos abiertos y públicos, la democracia está basada mejor que peor, digámoslo con lenguaje idealista, en la soberanía popular.

Sin embargo, exactamente eso, la soberanía popular, fue puesta en cuestión por Sánchez, en el debate del Senado, al decir que las empresas energéticas españolas no sólo habían puesto al frente del PP al señor Núñez Feijóo, sino que también lo perseguían a él. Terrible. La ciudadanía ha desaparecido para Sánchez. El bárbaro razonamiento de este gobernante, por llamarle algo a lo que no pasa de ser mera basura ideológica para mítines socialistas, pretendía liquidar de una tacada al líder de la Oposición, pero, de paso, estaba cavando la fosa para enterrar el pretexto, esa maravillosa ilusión, que lo mantiene en el poder: la democracia.

Dos por el precio de uno. Pocas veces han recibido las empresas energéticas de España, muy valoradas en el mundo entero, un ataque tan duro de alguien que se supone debería defenderlas. Pero, sobre todo, estaba despreciando la entera vida democrática. La carencia de inteligencia política y empatía con sus adversarios de este gobernante está causando un encanallamiento total de la vida política. Sí, hace pasar la anormalidad por algo normal, trata como algo natural lo que está fuera de su estado natural, en fin, la ocultación de la realidad con imbecilidades ideológicas de carácter salvaje e infantil está situando la vida política española en niveles de encanallamiento propios de las épocas más trágicas de nuestra historia.

Y, sin embargo, no nos engañemos, Pedro Sánchez no es un novum en la política española. Su perfil psicológico recuerda el de otros líderes socialistas. Repite políticas y comportamientos que en el pasado tuvieron otros gobernantes del PSOE, siempre apoyados en determinados medios de comunicación, especialmente El País y la SER. No, no sólo me refiero a la época de Rodríguez Zapatero sino también a la de Felipe González. Recuerdo bien, cuando González en los noventa, después de pasar una vacaciones en Doñana, convocó una rueda de prensa para dar cuenta del nuevo estilo que deseaba adoptar: viajes por distintas ciudades españolas, acercamiento a los problemas reales de la gente de la calles, más comparecencias en el Congreso, (todo era muy parecido a lo que ahora vivimos con Sánchez), pero, cuando se vio acosado por las derrotas electorales en el País Vasco, las encuestas a la baja, casos de corrupción, inoperancia económica, etcétera, recurrió a la autoritaria estratagema de que estaba siendo sometido a una conspiración para "derrocarlo" del poder.

Otra vez, sí, vuelve la odiosa "conspiración" contra los buenos socialistas. La cosa es tan asquerosa como ridícula. Pero Sánchez volvió a repetir en el Senado la jugada de González: se siente víctima de una aviesa conspiración, organizada por periodistas del "sindicato del crimen", jueces y opositores políticos de origen oscuro…

¿Qué ha añadido Sánchez a las paparruchadas de González? Las empresas energéticas. ¡Pero aquí no pasa nada!

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