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Amando de Miguel

Andanzas y mistificaciones de una nueva secta

La primitiva secta de los 'onfaloscopios' se extinguió pronto por desidia de sus fieles. Sus sucesores hodiernos, los 'ombliguistas', gozan de excelente salud.

Mi amigo José Cuevas anda ahora hurgando en los archivos para completar los datos sobre una misteriosa secta: los onfaloscopios. Literalmente son los que se miran fijamente el ombligo durante horas como una forma de meditación. Aunque originarios de la época helenística, han tenido algunas réplicas posteriores. Ahora mismo los encontramos de nuevo en España, y más influyentes que nunca. Han llegado a la conclusión de que no hay dos ombligos iguales.

Su variante más notoria es la de los nacionalistas, que ahora se hacen llamar soberanistas. Los italianos dicen campanilismo a la querencia por contemplar el mundo desde la altura del campanario de la aldea. En España tenemos muchos aficionados a tal actividad contemplativa. Lo más curioso es que los nacionalistas eran antes más de derechas que la Lola Flores, pero ahora son de izquierdas.

Los ombliguistas reviven por todas partes. Son los que se apasionan por el atleta de su pueblo en las Olimpiadas y no llegan a ver la grandiosidad del conjunto de los Juegos. El equivalente futbolístico es el forofismo.

Ombliguismo por parte de los líderes de los principales partidos es mantener a un país sin Gobierno durante meses con tal de seguir en el machito al frente de sus respectivas huestes.

Ombliguismo por parte de los diputados y senadores es ponerse perfectamente de acuerdo para repartirse el pastel de los sueldos y bicocas durante meses sin nada que hacer.

Ombliguismo es que la reforma electoral se haga para beneficio del partido que la impone como chantaje. Al igual que la reforma educativa se tenga que hacer a gusto de los profesores, la reforma sanitaria según los intereses de las batas blancas, y así sucesivamente. Es el reformismo pro domo sua.

La primitiva secta de los onfaloscopios se extinguió pronto por desidia de sus fieles. Sus sucesores hodiernos, los ombliguistas, gozan de excelente salud. Son capaces de tomarse unas generosas vacaciones después de nueves meses sin trabajar. Se convierten en reclamos para la industria turística.

En España se puede ser jefe de Gobierno sin saber una palabra de inglés, o aspirar a serlo sin haber administrado nunca dineros públicos. No es difícil llegar a catedrático de universidad sin haber escrito ningún libro. Tampoco hace falta haber leído muchos para acceder a un alto cargo y atornillarse en él. Se puede ser diputado en el Congreso y presumir de no sentirse español. Todos andan muy atareados contemplándose el ombligo.

Los ombliguistas de hoy suelen practicar el sano ejercicio del nepotismo. Es decir, no se ocupan de defender la familia como institución, pero colocan en seguida a los parientes y afines en cargos que dicen “de confianza”. Quiere decir que solo se fían de ellos, no de los funcionarios de carrera.

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