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Amando de Miguel

Cataluña y el Rey, sorpresas

¿Dónde quedó aquello de “Barcelona, archivo de la cortesía”, que dijera Cervantes?

¿Dónde quedó aquello de “Barcelona, archivo de la cortesía”, que dijera Cervantes?
EFE

No soy un experto en heráldicas. Por eso no tengo claro si Felipe VI ha heredado el título de Conde de Barcelona, pero llama la atención lo mal que se le recibe en la Cataluña oficial. Al menos, el Rey, cuando se pasea por Barcelona (en compañía de una indiscreta turba de policías), nunca presume del título que le une a la Ciudad Condal. Tampoco se queja el hombre de la destemplanza con que le reciben las autoridades del principado. ¿Dónde quedó aquello de "Barcelona, archivo de la cortesía", que dijera Cervantes? No lo parece en la cara agria de los representantes de la Generalidad. ¿Por qué siempre estarán tan cabreados?

El hecho incontrovertible es que hay una gran parte de los catalanes (casi todos los que mandan y no pocos payeses) a quienes les gustaría ser una república y, por tanto, separarse del reino de España. Pero, por eso mismo, esos secesionistas deberían ser un poco más gentiles con un rey al que en buena lógica consideran extranjero. Un suponer, si la reina de Inglaterra se paseara por la Rambla barcelonina sería reconocida con respeto y urbanidad. Quiero decir que los señores catalanistas respiran por la herida. En el fondo son lo que reniegan ser: españoles. Tanto es así que no acaban de tratar a Felipe VI con la amabilidad que dispensarían a un jefe del Estado foráneo.

Como hipótesis intelectual, cabe imaginar una Cataluña independiente, dentro de la relativa independencia que puede caber hoy dentro de la Unión Europea. Pero, visto lo visto, esa posibilidad no va a poder realizarse en esta generación de los que a sí mismos se llaman "soberanistas". (Otra traición de las palabras. Resulta que soberano se aplicó a los reyes de antes). Habrá que esperar a los hijos o los nietos de los que ahora mandan en Cataluña. Serán tan honrosamente republicanos que respetarán con elegancia al futuro jefe del Estado español.

Como dice un personaje de Galdós, el cesante Villaamil, "España es el país de las viceversas". Así es la última impresión que produce esa colla de independentistas catalanes, tan parecidos al resto de los españoles. Quizá sean todavía un poco más rústicos, mal encarados y rastacueros que la media de los hispanos. Han logrado superar con creces el tradicional recelo con el que se miraba en el resto de España al viajante catalán. Que conste que me parece un prejuicio bastante tonto.

Repito que cabe admitir el supuesto teórico de una Cataluña como nación independiente, aunque fuera sin moneda propia, sin portaaviones y con muchos privilegios por parte de la Unión Europea para poder subsistir. En tal caso habría que ir a un nuevo diseño del conjunto de Iberia. Lo que quedara de España no tendría más remedio que unirse a Portugal en un ejercicio de sentido común. Bueno sería, entonces, que la capital ibérica se instalara en Lisboa, con el mejor puerto de la península. ¡Qué maravilla sería entonces un Madrid sin ministerios! Ya no existirían prejuicios para tender, por fin, la vía del ferrocarril del AVE (o del AVI, Alta Velocidad Ibérica) entre Lisboa y Madrid. Albricias para los portugueses y los extremeños.

Que conste que el iberismo (unión de España y Portugal) es hoy un movimiento más decidido en Portugal que en Castilla o en Galicia. En su día lo será también en la Cataluña sensata, la que hoy parece que se ha evaporado. No ya Cataluña, España entera representa un tamaño crítico muy menguado en el contexto de los grandes países europeos. Que conste que en tal conjunto habría que situar también a Rusia. Pero ese es otro asunto sin resolver, que ahora no toca.

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