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Amando de Miguel

Equívocos

Aconsejo a mis amables corresponsales que, antes de buscarle tres pies al gato lingüístico que aquí se discute, miren al diccionario. Así nos ahorraríamos mucho papel. Por ejemplo, Rafael Fontán (o también Plataforma Michel a AbuGhraib; no sé lo que es eso) me critica a Federico Jiménez Losantos por un quítame allí esas pajas. Concretamente, se trata de la expresión “hacer aguas” para referirse a si el sistema democrático fracasa o no por una alta abstención. Don Rafael me señala que en ese caso don Federico “se suma así a los que confunden hundirse (hacer agua) con orinar (hacer aguas)”. Vamos a cuentas. Cierto es que el galicismo “hacer aguas” equivale a orinar, pero es eso, un galicismo. La expresión completa es “hacer aguas menores”, un eufemismo un poco cursi; vamos, un ñoñismo. En español castizo diríamos más bien “cambiar el agua al canario” o “cambiar el agua a las aceitunas”. Es todavía más auténtica la expresión “hacer agua” (o “hacer aguas”), derivada de la noble jerga marítima, para indicar que una embarcación empieza a hundirse. Por legítima extensión, hacer agua o hacer aguas, se emplean para señalar que una institución u organización se tambalea, se corrompe, pierde sentido. En resumen, que don Federico, como es sólito, decía bien. Él se puede defender perfectamente, pero acudo muy gustoso en su auxilio ante ataques tan groseros. Algunos es que se la cogen con papel de fumar, don Rafael, y perdón por el comparando.
 
Araceli Taberner Ortiz (Elche de la Sierra, Albacete), argentina, me plantea si el diminutivo de tren es trencito (como dice ella) o trenecito (como dicen los lugareños de Elche). A mí me resulta más familiar trenecito. La norma general es que los monosílabos, al buscar el diminutivo, se acompañan del interfijo ec por una cuestión de facilidad y de ritmo. Así, decimos panecillo, barecito, pececito, diosecito o piececito. Fíjese que sonaría peor: panillo, barito, pecito, diosito o piecito. Aun así, se pueden aceptar esas otras construcciones si se trata de un lenguaje familiar o coloquial. El diminutivo sirve para disminuir el tamaño de la cosa y sobre todo para conferirse afecto o ternura. No basta con añadirle ito, ico, illo, etc. Por la razón de ritmo que digo, se introduce a veces un enlace. Ejemplos: cafetito (o cafelito), sofacito, estacioncita, bacaladito. Así pues dejémoslo en trenecito o trenecillo. Claro que si usted es argentina, doña Araceli, bien puede decir trencito o incluso trenito. Todos nos entendemos, y cuanta más variedad, más riqueza. Recuerde el dicho aragonés: “No es lo mismo una docenica de ostras que una docena de ostricas”. Intraducible al inglés.
 
Hay palabras que son siglas y se convierten en sustantivos. Por ejemplo, radar o sida. Ahora tenemos el ave o “tren de alta velocidad”, propiamente “alta velocidad española”. El adjetivo último indica que se quiere españolizar lo que técnicamente es más bien alemán o francés, pero ahora es también español (talgo, otro acrónimo convertido en nombre común). En todo caso, el ave lo es porque discurre por España. Pero ¿qué pasará cuando discurra por Cataluña o el País Vasco? Gregrorio Andreu me comunica que el AVE en Cataluña se designa como TGV (tren de gran velocitat). “Lo malo es que gran es viejo”, dice don Gregorio, aunque también es “grande”. Es un galicismo, claro está. Mi predicción: en Cataluña se dirá también el ave, porque es ya un nombre, como el radar o el sida. El tgv resulta impronunciable, aunque todo es cuestión de proponérselo. Todo sea porque los catalanes no sepan que están en España. Los niños catalanes acabarán convencidos de que la provincia Tarraconense era autónoma y no formaba parte de Hispania, ni siquiera del Imperio Romano. Peores dislates se han visto.
 
¡Qué difícil es imponer nuevos palabros! Para el horrísono violencia de género, Carlos Santos (Granada) propone uxoricidio (literalmente “matar a la esposa o al cónyuge”). Pero ¿y si se mata a la abuelita, a la hermanita, a la cuñada? ¿Y si las víctimas son varones? Se impone “violencia doméstica”. En una palabra podría ser oicoviolencia porque ecoviolencia nos llevaría a otra cosa. Pero ese híbrido no me suena bien. Venga, va, dejémoslo en “violencia doméstica”.
 
 
 

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