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Amando de Miguel

Las dos España redivivas

Se resalta otra vez el histórico enfrentamiento de los españoles contemporáneos y la exaltación de la izquierda.

Se resalta otra vez el histórico enfrentamiento de los españoles contemporáneos y la exaltación de la izquierda.
La cruz del Valle de los Caídos | Europa Press

Es verdaderamente caudaloso el número de obras que tratan de la cuestión de "las dos Españas", surgida a fines del siglo XIX y que continúa hasta hoy (ahora se dice "a día de hoy"). No me refiero tanto a una oposición territorial (que, por otra parte, también cuenta) como a la específicamente ideológica; para simplificar, la derecha y la izquierda. Lo característico de tal enfrentamiento es la intolerancia de un bando respecto a otro. O más bien, la imposición de las tesis del bando siniestro, seguramente porque ha sido el que ha dominado la intelectualidad y los medios de comunicación a lo largo de toda la Transición. Aquí también, como en el análisis del espectro lumínico, del movimiento de las galaxias, se observa un constante corrimiento hacia el rojo.

Se podría suponer que, tantos años después de la guerra civil del 36, se habría atenuado la contraposición ideológica que digo. No es así. Es más, en estos días que vuelan se encona la animadversión de los progresistas hacia todos los demás, que, por tanto, se intenta que aparezcan como retardatarios o regresivos. En definitiva, se les ve desde la izquierda dominante como franquistas o fascistas, una apreciación que resulta incompatible con el rigor histórico. La ocasión ha sido el desentierro (se dice "exhumación", que parece más fino) de Franco del Valle de los Caídos. Ha sido una operación que se ha llevado a cabo sin público, lo que indica la mala conciencia de los organizadores. Esa es una razón para suponer que la ceremonia no ha sido todo lo decidida que se suponía. Antes bien, la macabra operación ha sido solo el aviso de otra mucho más ambiciosa: arrasar todos los símbolos del Valle de los Caídos, incluyendo la cruz monumental. En el fondo se trata de una magna operación contra la Iglesia Católica. Aunque se puede rastrear la existencia de algunos progresistas católicos, no suelen estar entre los que mandan.

El desmantelamiento del Valle de los Caídos (habrá que volver a llamarlo Cuelgamuros) no es más que un anticipo un tanto vergonzante de otra iniciativa de más altos vuelos políticos. Se trata de convencer a la población de que la guerra civil del 36 la ganaron los republicanos, al menos moralmente. Es lo que transmiten casi todas las películas que se han rodado durante los últimos 40 años de democracia en España. Anotemos que han sido subvencionadas por todos los Gobiernos, de la derecha y de la izquierda. He aquí el éxito de la operación que digo. Se ha podido llevar a efecto porque, con prescindencia del color del Gobierno, los grandes medios de comunicación en España se han orientado decididamente del lado progresista. El cual significa realmente reavivar el conflicto ideológico entre las dos Españas.

Otra iniciativa en la misma dirección es la estrafalaria doctrina de la memoria histórica, que más parece sacada de 1984, la magnífica novela de Orwell. En este caso es todavía más claro que es necesario convencer a los españoles de que solo existe la Historia de la España republicana. Por ejemplo, habrá que exaltar todavía más la figura de Federico García Lorca (fusilado por los nacionales), pero ocultando la de Ramiro de Maeztu (fusilado por los republicanos). Se recordará el bombardeo de Guernica por la aviación alemana aliada de Franco, pero se borrará de la memoria el bombardeo de Cabra por los republicanos.

Al comienzo de la Transición pareció que había llegado el momento de la reconciliación de las dos Españas. Acaso fuera ese su mayor acierto. Fue una doctrina que se expandió en los amenes del franquismo. Pero ahora mismo, con el progresismo rampante, se vuelve la mirada atrás con resentimiento. Se resalta otra vez el histórico enfrentamiento de los españoles contemporáneos y la exaltación de la izquierda.

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