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Amando de Miguel

Las inmundas piaras

No creo que esta aberración moral de las violaciones grupales deba seguir asignándose a las “manadas”, ahora como genérico. Vale mejor llamarlas “piaras”.

Todo empezó con una pesadilla de ciertos facinerosos sevillanos que a sí mismos, con muy poca gracia, se hacían llamar "la manada". Su última fechoría fue violar por turnos a una moza al calor de los sanfermines de Pamplona. Pronto supimos todos los datos pertinentes sobre los violadores. Uno de los cuales se regodeó sacando un vídeo de la abominable escena ¿Pensaría venderlo? No faltará clientela potencial.

Puede que se produzca un cierto efecto de imitación en las muchas salvajadas que pueden cometer los humanos. El hecho es que, durante los últimos meses, han empezado a proliferar los sucesos de violación en grupo, incluso con el recochineo del video. El hecho nuevo y sorprendente es que en muchos casos los raptores son extranjeros. Los pudibundos medios de comunicación deciden que no conviene dar el dato de la nacionalidad de los violadores. La insólita razón para una censura tan vil es que, con tal información, aumentaría la xenofobia (desprecio por los foráneos). Me parece una presunción disparatada. O mejor, el argumento me resulta hipócrita y cínico, por mucho que responda a la doctrina vigente de la "corrección política" o precisamente por eso. Mi opinión es que se deben divulgar todos los datos posibles sobre los violadores. Tal información podría servir para disuadir a los futuros criminales y para prevenir a las eventuales víctimas. Me maravilla que haya periodistas defensores de la censura.

No creo que esta aberración moral de las violaciones grupales deba seguir asignándose a las "manadas", ahora como genérico. Vale mejor llamarlas "piaras", que son las manadas de cerdos. Los ingleses tienen dos palabras para el cerdo: "pork" para la carne que está en la mesa y "pig" para el animal en la pocilga. Es claro que me refiero a piaras de cerdos en el sentido de "pigs". Lo utilizamos, en inglés y en español, como metáfora para describir una conducta humana particularmente degradante.

Se ha discutido por los leguleyos la pena proporcional que debería darse a los violadores de las piaras. Reconozco mi nesciencia en estas cuestiones. El castigo justo debería ser lo que antes se llamaba "cadena perpetua"; ahora no sé cómo está la cosa. Sospecho que un violador no se rehabilita fácilmente.

Los tribunales deberían dejar constancia de que las cobardes violaciones en grupo o por turnos, y no digamos si se acompañan del lacerante vídeo, no son tanto una aberrante manifestación de la sexualidad como de la violencia extrema. Es decir, yo las veo más cerca del terrorismo que de otra figura.

Más ardua es la determinación de las posibles causas o determinantes de esta particular peste porcina. Tengo para mí que el fundamento difuso es la mentalidad prevalente en nuestra sociedad, que premia casi todas las manifestaciones de la promiscuidad sexual, ávidas de exhibicionismo. Detrás de todo ello está la entronización del hedonismo como supremo valor, esto es, la búsqueda del placer inmediato como afán notorio. Añádase que, en la circunstancia específica de algunas colonias extranjeras, mal integradas o con familias descoyuntadas, se manifiesta un radical desprecio por la mujer por parte de los varones jóvenes. Si ese diagnóstico a la pata la llana fuera cierto, la conclusión es que en España van a continuar hozando las piaras humanas. Así que no creo que se pueda confiar en la ingenua declaración de los colectivos feministas de que "vamos a erradicar esa lacra". Otra cosa es que, si se aplicara el buen sentido, se podría lograr una sensible disminución de la incidencia de las piaras. Aquí llega la observación de Descartes: "El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues nadie se queja de la cantidad que le ha tocado en suerte". Solo que, a la hora de aplicarlo, la rebaja es general.

En España

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