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Amando de Miguel

Madrid, ciudad de la vida

En los madriles no hay palabra despectiva para los venidos de fuera, que somos la mayoría.

A finales del siglo XIX muchos países europeos empiezan a disponer de estadísticas de mortalidad por grupos de edades. La comparación inicial fue que Madrid era una de las ciudades europeas con más altas tasas de mortalidad. Tanto fue así que pasó a ser "la ciudad de la muerte". Aunque pueda parecer extraño, la contaminación de las aguas y el ambiente de Madrid era hace más de cien años muy superior a la actual. Eran pavorosas las tasas de mortalidad femenina en torno al parto. Se añadía una gran incidencia de muertes violentas.

Pues bien, las estadísticas nos dicen que Madrid es hoy una de las ciudades con las menores tasas de mortalidad de Europa y del mundo. Ahora podría definirse como "la ciudad de la vida". No solo se ha reducido a un mínimo la mortalidad por enfermedades infecciosas, sino que incluso son raras las muertes violentas (homicidio, suicidio, accidentes). La comparación se establece con otras ciudades europeas de rango parecido.

La vitalidad de la población de Madrid se traduce en términos económicos. Es sabido que la villa madrileña no goza de muchos factores favorables para el desarrollo económico. A diferencia de las otras capitales europeas, no se asienta en la cercanía de un río navegable, lago o mar. Tradicionalmente, la actividad industrial en España se ha situado en zonas costeras que contaban con el recurso de localización: Barcelona, Bilbao, Valencia, Sevilla, etc. Eso ha sido hasta hace muy poco. En el siglo XXI Madrid representa la primacía de la actividad económica en España. Se añade la particularidad de que la Comunidad de Madrid (que no se dice "autónoma") mantiene impuestos más bajos que otras regiones españolas. Es sabido que muchos españoles de otras regiones se empadronan en Madrid por las ventajas fiscales.

El hecho de ser Madrid el centro de la red de transportes peninsulares ha hecho que cada vez reciba más visitantes de fuera para ocios y negocios. El patrimonio histórico madrileño no pasa de modesto si lo contrastamos con otras muchas ciudades europeas y españolas. Mas no importa. Los visitantes que recibe Madrid se sienten atraídos por los excelentes museos (incluido el del Real Madrid), las tiendas surtidas y sobre todo por el ambiente acogedor de la ciudad.

No todo va a ser benéfico. Una ciudad como Madrid con tanta vitalidad padece un gobierno municipal particularmente incompetente, con ediles torpes y sin experiencia, con ocurrencias de chicos de la Fácul. La señora burgomaestra adquirió nombradía como una jueza equitativa, pero anda algo envarada con la vara del Ayuntamiento. Para ser justos, habrá que reconocer la existencia de un sistema de transportes urbanos que resulta modélico. Por encima de todo, se cumple el estereotipo de que la población madrileña se muestra extraordinariamente simpática. En los madriles no hay palabra despectiva para los venidos de fuera, que somos la mayoría. "De Madrid al Cielo", decía el tópico. Y añadía el castizo: "Sí, sí, pero sin arrempujar".

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