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Amando de Miguel

Vox clamantis in deserto

La naturaleza de la política aborrece el vacío. El hueco de la oposición de derechas viene a rellenarlo Vox con el automatismo de la ley de la gravedad

La naturaleza de la política aborrece el vacío. El hueco de la oposición de derechas viene a rellenarlo Vox con el automatismo de la ley de la gravedad
Santiago Abascal en la manifestación de la Plaza de Cibeles contra la subida de precios y la inacción del Gobierno | Europa Press

El latinajo (fácilmente, entendible) se extrae de Mateo 3,3. Se refiere a "la voz que clama en el desierto", una expresión utilizada por el profeta Isaías. En este caso, es la de Juan Bautista, anticipando la buena nueva del Evangelio. Se trataba de una radical novedad, aceptada solo, de momento, por una escuálida minoría. Con el tiempo, se impuso en el orbe del imperio romano. El desierto del texto latino no se refiere, solo, a un paraje yermo, sino solitario.

El partido político Vox irrumpe en el panorama español con una acogida hostil por parte del establecimiento. Sin embargo, asiste a un sorprendente crecimiento en el número de afiliados y simpatizantes. No, solo, es ninguneado a conciencia por los partidos, que se dicen, "de Estado", sino por algunas fuerzas sociales. El clima ideológico dominante es, confusamente, progresista. De forma automática y visceral, se tilda a Vox de fascista o facha; es una etiqueta injustificada y defensiva. Existen varias razones para tal conclusión.

Un rasgo esencial de los fascismos históricos (no hay otros) es que ensalzan la violencia y la practican. En el caso de Vox, son sus dirigentes los que reciben los ataques violentos, verbales y físicos.

Simbólicamente, los partidos fascistas se proponían sustituir la bandera de su respectiva nación por la del partido; tal era su impulso totalitario. En la situación de Vox, no hay ningún viso de tal intento. Es más, frente a la actitud de rechazo de la bandera española por parte de otros partidos, Vox insiste en ondearla en todos sus actos públicos.

Una divisa de los fascismos es el famoso lema de Mussolini: "Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado". No creo que los voxeros comulguen con ese ideal intervencionista. Más bien, se podría aplicar, hoy, al progresismo dominante, cuyo axioma es "más impuestos".

Otro rasgo común a los partidos o movimientos de carácter fascista es que abundan en muchos prejuicios de carácter irracional. En el supuesto que nos ocupa, la irracionalidad se manifiesta, de forma descarada, en la percepción que tienen otras fuerzas políticas sobre Vox.

Vox se distingue por la centralidad que concede a la conciencia de la persona individual como un conjunto de sentimientos y creencias. Es la continuación de una idea tradicional, característica de los cristianos en la Edad Media hispánica, los creadores de la nación española. La destaca Américo Castro con numerosas ilustraciones históricas. Desde luego, el progresismo hodierno en España no sabe lo que es eso.

Vox es, sí, un partido conservador, en el sentido de que reivindica determinados valores (familia, patria, soberanía nacional, tradiciones, etc.). A él se opone, doctrinariamente, el Partido Socialista Obrero Español y de forma latente o dubitativa, el Partido Popular.

¿Cómo se explica el ascenso imparable de Vox en la lid política española? Muy sencillo. La naturaleza de la política aborrece el vacío. Si un partido de la siniestra es el que gobierna, se alzarán las ocasiones para otros de la diestra. El hecho sorprendente es que el Partido Popular deja de cumplir las expectativas de una fuerza conservadora, al convertirse, de facto, en vasallo del Gobierno socialista y asociados. El hueco de la oposición de derechas viene a rellenarlo Vox con el automatismo de la ley de la gravedad. Es lógica la reacción resentida del PP. La prueba del enlace indicado es que muchos de los líderes y los votantes de Vox, en su día, lo fueron del PP.

Por tanto, no debe sorprender la tendencia ascendente de Vox. Llegará un momento en el que el PP, con menos votos, tendrá que aceptar su incorporación a un Gobierno presidido por Vox. No lo hará sin remilgos. Por ejemplo, a los peperos les costará aceptar el principio de que todos los grados de la enseñanza se deben impartir en castellano como lengua vehicular. No sería la única cesión si, de verdad, el PP aspira a tocar poder.

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