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Antonio Robles

Prostitución, esa palabra sucia

Tenemos la seguridad de que seguirá existiendo, pero clandestina, peligrosa, con proxenetas esclavistas de la peor calaña y mujeres sin ningún derecho.

Tenemos la seguridad de que seguirá existiendo, pero clandestina, peligrosa, con proxenetas esclavistas de la peor calaña y mujeres sin ningún derecho.
Manifestación en Barcelona contra la abolición de la prostitución. | Cordon Press

¿La prohibición de la prostitución logrará erradicar su uso? No es una pregunta ociosa ni cínica, es una pregunta científica. Si preferimos la tubería de cobre al plomo es porque éste es un metal peligroso para nuestra salud. ¿Gozamos de la misma certeza con la prostitución? No. Al contrario, como con la droga, tenemos la seguridad de que seguirá existiendo, pero clandestina, peligrosa, con proxenetas esclavistas de la peor calaña y mujeres sin ningún derecho social, sanitario, laboral ni libertad alguna para decidir sobre su vida. O sea, peor aún que hoy.

Estamos de nuevo empantanados en esas paradojas donde los unos, por el mero hecho de gritar más alto por la paz, dejan a los otros como cómplices de la guerra y a todos desarmados frente a ella. Construyen su buena conciencia a costa de la de los demás. A veces, el bien y el mal están tan enredados como la mala hierba y el trigo, y hay que esforzarse en cribarlo para hacer buen pan, en vez de quemar el campo entero.

Ya la tramposa focalización en el proxenetismo de la propuesta de ley para confundirlo con la prostitución pretende llevarse por delante la libertad que todo ser humano tiene para hacer con su vida lo que mejor le parezca sin perjudicar la libertad de los demás. Confundir el puritanismo moral con la ley degrada a la misma democracia liberal.

A la prostitución no se la denomina "la profesión más antigua del mundo" por capricho. Nunca nadie ha logrado erradicarla en ningún lugar de la Tierra. Regularla y no prohibirla es menos hipócrita, y sobre todo más comprometido con quienes ahora mismo están excluidos de un verdadero derecho laboral, sanitario y de la seguridad para desarrollar su trabajo con la dignidad de cualquier otro. Pero para eso no hay que hacer leyes abolicionistas, sino erradicar la trata, el proxenetismo y las mafias que rodean ese mundo clandestino. Con un Código Penal reforzado, el aumento de efectivos policiales y los presupuestos económicos que hoy no existen.

Para eso no es necesaria tanta sobreactuación moral aludiendo a la abolición de la esclavitud y la dignidad de otros sin contar con ellos, sino plantar cara al delito con determinación desde las instituciones del Estado. Y colaboración social. Aunque me temo que hacer pedagogía social para que las prostitutas sean consideradas como cualquier otro trabajador y tratadas con los mismos derechos no es la prioridad electoral de los partidos prohibicionistas. A propósito, la prostitución no sólo es cosa de féminas (mujeres, 80%; el 20% restante, hombres y transexuales).

Esta Propuesta de Ley Orgánica Abolicionista del Sistema Prostitucional se queda anticuada antes de aprobarse. En el Gobierno aún no se han enterado de que el problema que rodea al negocio del sexo ya no es sólo de tugurios y proxenetas, sino de falta de educación sexual de las nuevas generaciones, que están siendo literalmente intoxicadas por prácticas cada vez más inquietantes en internet a una edad inadecuada, sin contraste con la realidad y sus consecuencias. De ahí el aumento de manadas de adolescentes, de aberraciones de niños contra compañeras de cole, y el aumento sin precedentes de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) en edades cada vez menores. El estudio del Observatorio Bloom ITS en mujeres en España señala que tales infecciones aumentaron un 1.000% en mujeres, el 50% de las cuales iban de una franja de edad de 15 a 24 años, y en su conjunto el 80% no pasaba de 35. El listado de enfermedades venéreas es aterrador. Por ejemplo, la gonorrea ha crecido un 729% desde 2015.

La educación de estas generaciones necesita algo más que una ley para lograr que naveguen con seguridad por las cloacas sexuales de Internet. El mal uso, los lleva a patologías adictivas, como la sextorsión, el grooming… abortando su maduración sexual.

La granizada ya la tenemos encima y creemos tener a salvo nuestros cultivos porque nosotros, generaciones adultas, estamos bajo un paraguas.

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