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Carina Mejías

El plantón Papal

La diplomacia pontificia debió advertir al Papa que los nuevos vientos populistas son poco recomendables y Bergoglio acongojado decidió darles plantón.

La diplomacia pontificia debió advertir al Papa que los nuevos vientos populistas son poco recomendables y Bergoglio acongojado decidió darles plantón.
Ada Colau y Manuela Carmena | LD

Durante años he tenido la firme convicción que, el cristianismo y el comunismo eran incompatibles. Las experiencias contadas y los libros leídos me habían convencido de esa idea, pero ahora vivo en una contradicción. Hace unos días el diario La Repubblica, publicaba una entrevista al Papa Bergoglio en la que afirmaba que "son los comunistas los que piensan como los cristianos" invitando a entrar en política a los nuevos movimientos populares. La noticia causó tanto estupor entre los fieles, como alborozo entre los populistas.

Unos, escarmentados por el anticlericalismo de la izquierda allí donde gobierna, los otros encantados por tener, por primera vez, abiertas las puertas del Vaticano.

Las delegaciones populistas entusiasmadas, no se han hecho esperar y esta misma semana lo más célebre de los alcaldes podemitas, encabezados por Ada y Manuela, abandonando las ciudades que desgobiernan a su suerte, han ido a explicarle a Bergoglio la solución a la crisis mundial. Pero ay! Algo salió mal.

La diplomacia pontificia, debió advertir al Papa que Ada Colau concedió el premio Ciudad de Barcelona a una "supuesta poetisa" que recitó un padrenuestro blasfemo, escandalizando a los presentes y provocando una airada protesta de las cuatro principales religiones en España que además de exigir que le retiraran el premio, consideraron sus palabras un episodio ofensivo más para los creyentes.

También le habrán advertido que uno de los concejales de Colau pretende expropiar y derribar la iglesia de Santa María de Gracia, la parroquia más antigua de la Villa de Gracia, porque considera que es un espacio infrautilizado y que es preferible recuperarlo como centro de actividad laica y vecinal.

Quizá alguien advirtió al Papa que Ada y Manuela son un símbolo del nuevo feminismo radical y que a Manuela se le podría ocurrir leer algún párrafo del manifiesto que su concejal, Rita Maestre escenificó en la capilla de la Complutense, al grito de "contra el Vaticano, poder clitoriano" y para ilustrarlo, Ada Colau, que ha convertido las calles más céntricas de Barcelona en un improvisado plató de vídeos pornográficos, podría regalarle una trilogía de los últimos estrenos.

A lo mejor alguien le habrá dicho al Papa, que la alcaldesa de Barcelona, considera el templo de la Sagrada Familia un incordio turístico y por eso pretende, junto a sus principales socios, los antisistema de la CUP, establecer un impuesto a los turistas que visiten la Sagrada Familia porque les molesta que ocupen el espacio público, habitualmente reservado a las mafias de los manteros.

Quizá el Papa ha tenido ocasión de ver unos curiosos carteles que llenaron las calles de Barcelona que rezaban: "Las únicas iglesias que iluminan son las que pagan el recibo de la luz", un lema sospechosamente parecido al del anarquista Piort Kropotkin: "la única iglesia que ilumina es la que arde" históricamente usado por el comunismo más criminal.

Le habrán recordado al Papa, que Colau felicita de forma alegre y festiva el Ramadán a los musulmanes y participa activamente de las celebraciones del año chino, pero elimina cualquier acto católico del programa oficial de las fiestas de la Mercè.

Y ahora que estamos en periodo pre-navideño, quizá el Papa se temiera que una de las propuestas del nuevo populismo de Ada y Manuela fuera paganizar la Navidad llamando a los ciudadanos a celebrar el "solsticio de invierno" como una manera "alternativa" de celebrar las fiestas. Y nada de los típicos mercadillos navideños, ahora se llevan más las ferias de consumo responsable, como la del año pasado, donde se vendían camisetas contra los turistas y en lugar de villancicos, se interpretaban cánticos que exaltaban la fuga de los etarras como "Sarri, sarri".

A lo mejor al Papa, no le pareció acertado, que en la cabalgata, su compatriota argentino, el pro castrista Gerardo Pisarello se enfundara el disfraz de rey Melchor y abandonara por unas horas su particular cruzada antimonárquica. La diplomacia pontificia debió advertir al Papa que los nuevos vientos populistas son poco recomendables y como una imagen vale más que mil sermones, Bergoglio acongojado decidió darles plantón.

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