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Carmelo Jordá

200.000 millones y una credibilidad

Sánchez habla más y más ante los periodistas y presenta más y más medidas, pero me sigue dando la sensación de que no se ha dado cuenta de que estamos en un escenario completamente nuevo

Sánchez habla más y más ante los periodistas y presenta más y más medidas, pero me sigue dando la sensación de que no se ha dado cuenta de que estamos en un escenario completamente nuevo
Pedro Sánchez, en la Moncloa | LD

Aunque haya gente insistiendo en que en momentos de crisis no se puede criticar al Gobierno –por cierto, muchos de ellos entusiastas manifestantes frente a las sedes del PP el 13 de marzo de 2004–, yo creo que nuestra obligación es seguir examinando la actitud del Ejecutivo y, en definitiva, haciendo aquello por lo que se nos paga a los periodistas: controlar al poder.

Puedo estar de acuerdo en que estos no sean tiempos para una crítica descarnada ni mucho menos partidista, pero eso no quiere decir que no podamos –y debamos– comentar cosas como la comparecencia de este martes de Pedro Sánchez, que de nuevo me ha parecido decepcionante, por usar una palabra suave.

En primer lugar porque, una vez más, ha llegado tarde, en el sentido literal de la expresión: convocados los periodistas a las 14:00, después se ha informado de que aparecería a las 15 y finalmente no lo ha hecho hasta las 15:30. Yo sé que a ustedes esto puede parecerles una pataleta de periodista cabreado –que lo estoy, es cierto–, pero para mí es mucho más: otra prueba de que el Gobierno es incapaz de tener un mínimo respeto a la opinión pública –el sábado el retraso fue ¡de siete horas!–, y eso no contribuye precisamente a la tranquilidad que debería transmitirse desde las instancias oficiales.

Aún más grave me ha parecido la incapacidad del presidente para comunicar con convicción el mensaje de liderazgo que se espera de alguien que, al fin y al cabo, es o debería ser el líder al que todos los españoles nos sintiésemos impulsados a seguir en mitad de una crisis. Sánchez ha puesto mucha retórica en juego y muchas frases altisonantes, pero no ha logrado ser mínimamente convincente, al menos en mi opinión.

Pero lo peor de todo ha sido la falta de explicaciones más o menos creíbles sobre las medidas. Algunas son positivas, no lo niego, pero faltan muchas y, sobre todo, faltan datos y explicaciones. Y es que la economía es un territorio en el que es básica la confianza, y la confianza no se genera con palabras hueras y eslóganes fabricados en la factoría Redondo: la confianza se genera con datos.

Y así, si se habla de 200.000 millones hay que explicar de dónde saldrá esa cantidad extraordinaria de dinero, qué gasto real puede suponer –es cierto que se trata de avales, pero esa cifra tendría que estar respaldada con un estudio de cuál puede ser el desembolso final– y de qué partidas de gasto, o de deuda, se va a sacar el dinero. Lo contrario son sólo vaguedades que, en lugar de tranquilizar, generan aún más preocupación.

Sánchez habla más y más ante los periodistas y presenta más y más medidas, pero me sigue dando la sensación de que no se ha dado cuenta de que estamos en un escenario completamente nuevo, un momento en el que la política publicitaria y tramposa que ha desplegado hasta ahora no sólo no le va a funcionar, sino que no nos va a servir de nada a nosotros, no le va a servir de nada a España.

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