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Carmelo Jordá

Almeida, Almudena y Ángels

Sólo faltaría que a un político (presuntamente) de derechas tengamos que ponerle nota por lo que dicen los medios de extrema izquierda.

Sólo faltaría que a un político (presuntamente) de derechas tengamos que ponerle nota por lo que dicen los medios de extrema izquierda.
Fotografía de archivo de Almudena Grandes en Segovia (17/09/2020) | EFE

Me entero un poco de rebote y desde las vacaciones de la polémica que se ha desatado por las palabras del alcalde de Madrid sobre Almudena Grandes. Es curioso que hoy en día produzcan escándalo unas declaraciones de un político que para empezar tienen toda la lógica, para seguir coinciden con lo que piensan el 90% de sus votantes y para terminar están dentro de lo que uno tiene derecho a decir, incluso siendo alcalde.

Porque vamos, sólo faltaría que ahora se instaurase el culto a Almudena Grandes como religión de Estado y tengamos todos que salir en procesión a honrar su sagrada memoria dándonos en la cocorota con ejemplares de Las edades de Lulú.

Sin ir más lejos, yo no creo que sus méritos literarios merezcan tal reconocimiento: hay docenas de escritores españoles mucho menos famosos que creo que están por encima de ella en calidad y también hay otros que, siendo incluso más conocidos y vendiendo más libros, nunca serán acreedores de una campaña semejante de exaltación post mortem por una sencilla razón: no son de izquierdas.

Es más: estoy convencido de que la propia Grandes no lo sería de haber profesado públicamente la misma ideología que su hija y, en lugar de haber ensalzado a los milicianos violamonjas hubiese exaltado el patriotismo y la viril prestancia de los falangistas que fusilaban rojos en las tapias de Almudena, con lo bien que habría quedado en esa columna la coincidencia de nombres.

Y decir esto no es faltarle al respeto y no es insultarla, ya sólo faltaría que nos tengan que gustar o no los escritores porque lo digan Ángels Barceló o el enchufadísimo García Montero, al que acompaño en el sentimiento por su pérdida personal pero al que también pediría un poco de prudencia, dado que los españoles que le pagamos su sueldazo de 100.000 euros podemos coincidir o no con sus gustos políticos y literarios.

Por último, algunos pensarán que Martínez Almeida se ha equivocado dos veces: una al aceptar lo de Grandes dentro de una negociación presupuestaria y otra al meterse en una polémica que no le beneficia. Yo les confieso que no tengo claro si el primer error lo es: me parece que las razones que esgrime el alcalde tienen su lógica y que lo malo no es haber accedido a un intercambio bastante insólito, sino haberlo hecho con los restos del carmenismo y otras partes del acuerdo. Pero también entiendo a los que opinan lo contrario y creen que este nombramiento es una derrota más en la guerra cultural, aunque para eso habría que considerar que Grandes es cultura, cuidado. En fin, como les digo, no lo tengo nada claro.

Respecto al segundo, ahí aumentan las certezas: sólo faltaría que a un político (presuntamente) de derechas tengamos que ponerle nota por lo que dicen los medios de extrema izquierda y locutores tan poco ecuánimes y escasamente creíbles como Ángels Barceló. De hecho, a ver si con todo eso alguien en el PP se entera de una vez –y se lo cuenta a Casado, ya puestos– de que lo que le interesa a uno que quiera liderar a los buenos es que lo pongan a caldo los malos.

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