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Carmelo Jordá

¡Dejaos de tonterías ya!

Está en juego el futuro de España como nación y como espacio de libertades.

Está en juego el futuro de España como nación y como espacio de libertades.
EFE

En los próximos meses España se va enfrentar, una vez más, a un momento crucial en su historia: por un lado, el desafío separatista, que sigue vivito y coleando en Cataluña y está más que larvado en tres o cuatro comunidades más; por otro, el desafío bolivariano de un populismo dispuesto a cualquier cosa para alcanzar el poder y un Sánchez sin el menor escrúpulo y que se cree capaz de surfear la ola populista y ser él quien ocupe la Moncloa al menos hasta, ya nos lo dijo, el 2030.

En estas circunstancias, que como bien explicaba Federico Jiménez Losantos en su artículo de este domingo son excepcionales, la política decente no puede ser el juego de pequeñas miserias partidistas y escenificaciones de intención electoralista que sí pueden permitirse los partidos cuando lo que está en juego es simplemente quién enchufa a los suyos y pequeños detalles cada vez menos importantes, entre lo que se decide en Bruselas y lo que se hace en las CCAA. No, ahora hay que levantar un poco la mirada, como mínimo un poco más allá de la próxima encuesta o rueda de prensa. Y eso es, sinceramente, lo que creo que demanda buena parte del electorado, al menos la que es susceptible de votar al Partido Popular, a Ciudadanos o a Vox y que elegirá qué papeleta meter en la urna con una preocupación esencial: el futuro de España como nación y como espacio de libertades.

Porque esas van a ser las dos cuestiones clave en todas las convocatorias electorales de los próximos años: la nacional y la de las libertades, que por suerte o por desgracia en España son la misma. El electorado de centroderecha –y yo creo que parte del de centroizquierda– sólo dará su confianza a aquel partido con el que esté inequívocamente convencido de que su voto va a servir para defender España y para defender las libertades, no a aquel o aquellos a los que vea perderse en batallas que casi percibe como internas, no a aquel o aquellos que demuestren que están dispuestos a intercambiar principios por ventajitas electorales de poca monta.

Si Pablo Casado, Albert Rivera o Santiago Abascal no se han enterado todavía de que el tiempo de las batallitas miserables entre partidos y del quítate tú pa ponerme yo se ha acabado, es que no saben en qué país viven y, más grave aún, no conocen a sus enemigos, que son los nuestros. Así que más vale que se dejen de tonterías ya, antes de que sea demasiado tarde.

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