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Carmelo Jordá

El consenso de bajarse al moro

Ha organizado el Rey una fiestecilla en Marruecos con su colega Mohamed, y allí que ha invitado a todos los exministros de Exteriores de la democracia.

Ha organizado el Rey una fiestecilla en Marruecos con su colega Mohamed, y allí que ha invitado a todos los exministros de Exteriores de la democracia.

Ha organizado el Rey una fiestecilla en Marruecos con su colega Mohamed, y allí que ha invitado a todos los exministros de Exteriores de la democracia. La idea le ha parecido estupenda a Margallo, que hoy decía que así se dará "imagen de consenso".

Aunque a estas horas no se sabe cuántos podrán asistir, es previsible que se junten no menos de media docena, cada uno de ellos suponemos que convenientemente acompañado, protegido, secretariado y escoltado. Los hoteles de Marrakech o Casablanca ya se están frotando las manos ante el desembarco de una delegación que a este paso llenará un 747.

La noticia es la típica chorrada de Margallo, un ministro que, si bien no está logrando hacer bueno a Moratinos –tarea hercúlea–, sí nos hace mirar a Trinidad Jiménez casi con nostalgia; pero además yo creo que tiene, como mínimo, cierta carga simbólica.

En primer lugar, claro, por la ligereza con la que se estira el presupuesto. Sí, ya sé que, dentro de la inmensidad de gasto con el que los políticos tienen a bien saquear nuestros bolsillos, unos exministros más o unos exministros menos tampoco van a ser una diferencia llamativa, pero en estos tiempos de presunta austeridad uno esperaría un cierto recato: si ya es bastante dudoso que haga ninguna falta que vaya el Rey, ¿a qué un séquito inmenso de señores, y señoras, a los que no se les ha perdido nada en Marruecos?

Pero peor todavía es la necedad de pensar que tal imagen "de consenso" –cuántas tropelías en tu nombre– puede tener alguna rentabilidad diplomática. Ya estoy viendo a Mohamed en su palacio con el rostro desfigurado por el pánico y dispuesto no ya a abandonar el cerco sobre Ceuta y Melilla, sino a cedernos Tánger y un trocito de Fez. "¿Pero de verdad que viene Moratinos?", se preguntará el Comendador de los Creyentes, sintiéndose dejado de la mano por el mismísimo Alá.

En lugar de política exterior, parece que tenemos una diplomacia de la ocurrencia y del capricho, en la que ahora toca bajarse todos al moro, no se sabe bien a qué ni por qué razón, más allá de una coronada ideica a la que nadie ha puesto coto a tiempo.

Qué más da, si, total, pagan los súbditos, ha debido de pensar alguien; y es que en ciertas compañías todo se pega.

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