El pasado lunes empecé a ver por Twitter una serie de tuits con la etiqueta –el hashtag lo llaman ahora– #Laizquierdaes. Me da la impresión de que la cosa nació como una campaña en redes sociales de IU, ni lo he comprobado ni me parece relevante, pero sea como sea la cosa tenía pinta de ser divertida, así que estuve revisando un poco la larga lista de mensajes, no fuera cosa de que en una de esas me enterase de lo que es la izquierda.
Por supuesto, los había de todos los colores, desde el rojo más intenso hasta otras tonalidades un poco más críticas –sin ir más lejos, yo tampoco me resistí a dejar mi propia aportación–, pero aunque había críticas muy finas, y también algunas más groseras, lo más interesante eran los tuits que se lo creían: en ellos se podía contemplar, en los trazos rápidos y gruesos que ofrece Twitter, cómo se ven a sí mismos los felices miembros de la izquierda.
Felices, porque si es cierto lo que decía Giacomo Leopardi –"La felicidad está en la ignorancia de la verdad"–, esta gente vive en un estado de beatífica satisfacción y gloria que ni tras el Juicio Final disfrutando de la presencia eterna del Altísimo.
Y es que es necesario un nivel elevado de ignorancia, cierta o fingida, para escribir sobre lo que #laizquierdaes y no decir ni mu sobre lo que #laizquierdahasido o, por desgracia, sigue siendo para muchos. Es preciso ser muy ignorante o muy caradura para no acordarse de que #laizquierdahasido Gulag, Pol Pot, Holodomor, Revolución Cultural, Muro de Berlín, Hungría 1956, Corea del Norte…
Es más, a estas alturas del siglo XXI #laizquierdasiguesiendo La Habana hecha añicos, los disidentes en las cárceles, la policía bolivariana matando niños a tiros en la cabeza, el asesinato del fiscal Nisman, Kim Jong Un depurando a su propio tío, ETA…
Pero no, nuestros amigos de Twitter habían olvidado todo esto, y supongo que ustedes se preguntarán qué era lo que decían. Pues les cuento: a excepción de los mantras habituales sobre evitar a toda costa la privatización de cualquier cosa –no sea que a algunos amigos funcionarios les caiga encima la desgracia de tener que trabajar–, #laizquierdaes un catálogo de buenas intenciones, una recopilación de sentimientos amables, una serie de preocupaciones más o menos humanitarias pero que se solucionan siempre de forma errada.
Pero sobre todo #laizquierdaes una virtud teologal, una especie de iluminación que no sólo nos hace creer lo que no vemos sino que, y esto es aún más importante, nos permite no ver lo que no creemos. Y como la fe, #laizquierdaes un don, porque basta ser –o sentirse, o incluso decirse– de izquierdas para vivir en la más confortable satisfacción moral.
#Laizquierdaes, en resumen, el pasaporte para ser de los buenos hagas lo que hagas. Un chollo, o sea.