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Cayetano González

Un escenario endiablado pero posible

¿Qué sucede si el 10-N no resuelve la situación de bloqueo porque ninguno de los dos bloques en liza suma lo suficiente para gobernar?

¿Qué sucede si el próximo 10-N no resuelve la situación de bloqueo porque ninguno de los dos bloques en liza suma lo suficiente para alcanzar la mayoría necesaria para gobernar? No es una pregunta retórica. Es una posibilidad real, como ponen de manifiesto las diversas encuestas que se van conociendo, a un mes de la celebración de las cuartas elecciones generales en cuatro años. Esos estudios demoscópicos coinciden en algunos datos que convertirían el resultado electoral en un escenario endiablado.

Cuando Sánchez decidió no llegar a un acuerdo de gobernabilidad con Podemos –para lo que contó con la colaboración inestimable de Iglesias–, seguramente pensaba que unas nuevas elecciones iban a suponer un incremento de entre 20 y 30 escaños para el PSOE, lo que le permitiría doblegar la resistencia de Podemos. No parece que esa sea la tendencia para los socialistas. Las encuestas incluso apuntan a que el partido de Iglesias aguantará bien el envite y no bajará tanto como algunos daban por supuesto. En cuanto al nuevo partido, Más País, de Errejón, irrumpe en el escenario con una cifra modesta de diputados.

Otra pista que arrojan las encuestas es que ninguno de los dos bloques sumaría para llegar a la mayoría absoluta. Eso significa, en el caso de Sánchez, que si quiere gobernar con una mayoría estable tendrá que buscar el acuerdo –además de con Podemos y Más País– con los partidos independentistas catalanes y con el siempre bien dispuesto PNV. El problema –ya lo advirtió Rufián en el pleno de investidura de julio– es que el escenario se complica por mor de la inminente sentencia del Tribunal Supremo sobre los políticos catalanes que intentaron dar un golpe de Estado. Si la susodicha, como todo apunta, es condenatoria, habrá que ver hasta dónde llega el nivel de insurrección por parte de los responsables de la Generalitat, y si eso provoca la adopción de alguna medida –aplicación del artículo 155 de la Constitución, la Ley de Seguridad Nacional o cualquier otra– por parte del actual Gobierno en funciones de Pedro Sánchez. Todo ese escenario de enfrentamiento institucional influiría de manera clara, al menos a corto plazo, en los apoyos que el líder del PSOE pudiera necesitar de las filas de ERC, y no digamos nada del PDeCAT.

En el otro bloque, la suma tampoco parece que vaya a dar, ya que la previsible subida del PP se verá compensada por la bajada de Ciudadanos, mientras que Vox parece que aguantará bien, con lo que, ya digo, el escenario tras el 10-N puede seguir siendo endiablado. Si eso es así, se oirán muchas voces que pedirán al PP que permita gobernar a Sánchez en el caso de que el PSOE quede por delante del partido de Casado.

Hace unos días era Felipe González el que pedía, en un coloquio con Rajoy, que tras el 10-N se permitiera gobernar al partido más votado. Parece que es una petición razonable, sobre todo después de lo que ha sucedido en España desde las elecciones de diciembre de 2015 y el hartazgo que existe en la ciudadanía.

Ese "permitir gobernar" que planteaba González tiene poco que ver con un Gobierno de gran coalición, que implicaría al menos al PSOE y al PP y quizás también a Ciudadanos, aunque hay que esperar a ver cómo queda el partido de Rivera tras el 10-N. Los Gobiernos de gran coalición –en España no ha habido ninguno desde la Transición– están pensados para hacer frente a situaciones excepcionales, y algunos pueden pensar que nuestra nación lo está tras el intento de golpe de Estado por parte de los independentistas catalanes. Pero no parece que los planes de Sánchez vayan en esa dirección. Más bien preferirá gobernar, si puede y le dejan, en solitario, o pactando con quien haga falta; menos, claro está, con la derecha.

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